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Jazinto Olabe Azpiri

Pintor, 15-08-1877

Jacinto Olave Azpiri

Excepcional dibujante y retratista, nació en Eibar el 15 de agosto de 1877. En torno a 1886 emigró con su familia a Mercedes (Argentina), donde recibió su primera formación artística bajo la dirección de Sofonías Miguel Krncsék. Se ejercitó entonces en la copia al carboncillo de retratos fotográficos, en los que demostró sus magníficas cualidades para el dibujo (Retrato de Leandro N. Alem, 1888). La muerte de su padre en 1894 motivó el retorno familiar a Eibar.

Entre 1896 y 1901 estudió en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid

De Argentina se trajo la aspiración de convertirse en pintor, y dos años más tarde, en 1896, ingresó en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid, en la que permaneció cinco cursos, resueltos con calificaciones sobresalientes. Allí  tuvo como compañeros, entre otros, a Aurelio Arteta, Alberto Arrúe, Elías Salaverría, y Valentín y Ramón de Zubiaurre.

Como la mayoría de los aspirantes inmersos en un aprendizaje académico, completó su formación ejercitándose en el dibujo del natural en el Círculo de Bellas Artes de Madrid y en la copia en el Museo del Prado. Aunque parece que no gozó de un mecenazgo en el sentido estricto, solucionó las dificultades económicas del estudiante siendo acogido a la mesa de servicio de la marquesa de Isasi en la capital.

Ya en una fecha tan temprana se evidencia la ausencia de una estrategia de promoción personal, que caracterizó y condicionó en gran medida su carrera. Mientras sus compañeros se daban a conocer en certámenes diversos, Olave se mantuvo al margen de estas iniciativas.

Sus primeros años como profesor y artista: 1901-1917

En 1901 pintó La buena madre, que supuso el canto del cisne de este periodo formativo. Es un ejemplo notable de la pintura intimista en la que otros de sus condiscípulos se movían en estos años de entre siglos, pero a la que no daría continuidad.

A partir de 1907 fue profesor de la Academia Municipal de dibujo de Eibar

Al regresar a Eibar se enfrentó a la problemática de la escasa demanda local, a la vez que continuó empeñado en no promocionarse fuera de sus límites.

Y con la humildad que siempre le caracterizó, abandonó la práctica pictórica para dedicarse al grabado del metal y el damasquinado hasta 1919, y a la enseñanza del dibujo en la Academia Municipal desde 1907, aunque siguió ejecutando retratos y ampliaciones de fotografías al carboncillo de forma esporádica. Varios de estos, imágenes de sus paisanos (el tenor Asti, Miguel Anitua, Mateo y Sinforosa Orbea, etc.), los mostró en Exposición de Artes e Industrias de Eibar de 1908, organizada en el contexto de las Fiestas Euskaras.

El inicio de su vida pública como pintor

No obstante, en este periodo de paréntesis tuvo una notable implicación en diversas iniciativas para homenajear a otros artistas locales, y en la organización de una nueva Exposición de Artes e Industrias en Eibar en 1914. Además de diseñar el cartel del evento, aprovechó para mostrar La buena madre, que ya tenía más de una década, pero que fue el centro de numerosos halagos y sugerencias para que regresara a la pintura.

Jazinto Olabe Azpiri (Eibar, 1877-1957)

Y ese regreso llegó en 1917, aunque lo compaginaría con su dedicación al grabado y el damasquinado. Tuvo su estudio entonces en unas dependencias que le prestaron los condes de Villamarciel en el palacio de Isasi, en el que ese año realizó una pequeña exposición particular visitada por varias personalidades –Ignacio Zuloaga entre ellas–.

La misma clientela a la que había retratado al carboncillo durante años fue la que posó entonces para sus óleos, aunque durante los años siguientes diversificó los temas a desarrollar, con obras religiosas (Sagrado Corazón de Jesús) o costumbristas (Hilandera vasca, Idilio vasco, Iturrira, Merkatutik, Chomin).

Después de dieciséis años de casi absoluto silencio, en los años de entre décadas inició un tímido acercamiento al público. A la presentación en su estudio de las obras recién terminadas sumó la exhibición en foros colectivos, como en la exposiciones organizadas en el contexto de los Congreso de Estudios Vascos –las celebradas en Oñati en 1918 y en Gernika en 1922–, y varios años después, a la nueva Exposición de Artes e Industrias de Eibar de 1927.

Fueron años en los que se dedicó principalmente a realizar retratos al óleo y al carboncillo de particulares eibarreses, pero también de personalidades guipuzcoanas para diversas corporaciones públicas y políticas, como los de Fermín Calbetón y Rosario Ostolaza (Ayuntamiento de Deba), José Guisasola y Catalina Vigné (1928-1930, Ayuntamiento de Eibar), y Aquilino Amuátegui (1923, Casa del Pueblo de Eibar).

Con la proclamación de la Segunda República, el Ayuntamiento de Eibar le hizo varios encargos: una alegoría del nuevo régimen (1931) y otra de la Justicia (1932), que debieron desaparecer durante la Guerra Civil.

Durante los años de la República realizó varios trabajos para el Ayuntamiento de Eibar

Durante estos años, además de continuar realizando retratos, como los de sus amigos el doctor Ciriaco Aguirre (1933) y Asti (1933), comenzó a pintar retratos infantiles con el único fin de ejercitarse en la captación de la expresión del modelo.

Con la llegada de la Guerra Civil, Eibar fue atacada por la aviación franquista, hasta llevar a la destrucción de gran parte de la población en abril de 1937. Entre los edificios desaparecidos estuvieron la casa y el estudio de Olave, y con ellos se esfumaron gran parte de los dibujos y óleos que en ellos conservaba.

Curiosamente, en 1936 había pintado una vista de su pueblo, uno de los escasos paisajes que salieron de sus pinceles, y que por ello parece tener un carácter premonitorio. Puede interpretarse como un deseo de perpetuar su medio ante un futuro incierto.

Los años posteriores a la Guerra Civil

En los años cuarenta volvió a trabajar el género costumbrista en la línea de las décadas de 1910 y 1920, y volvió al religioso, casi olvidado en su producción, que en los años de posguerra se convirtió en una salida recurrente para muchos creadores.

Belarritako berriak. Egilea: Jazinto Olabe (J. Ignacio Olavek utzitako argazkia)

Se produjo entonces un cambio notable en su actitud ante el contacto con el público. Entre 1942 y 1950 expuso hasta en diez ocasiones (ocho en San Sebastián, una en Zaragoza y otra en Bayona). A este periodo pertenecen algunas de sus obras más conocidas, como El piropo (c. 1945), De vuelta del mercado (c. 1948), El cafetín (c. 1948), La niña enferma (1948) y Los pendientes nuevos (c. 1948).

En 1951 se jubiló de la docencia en la Academia Municipal de Dibujo, pero continuó pintando retratos, escenas costumbristas, paisajes y bodegones hasta 1955. Entre las principales características de este etapa final están el empleo de un plano general en sus composiciones, una figuración sintética y un colorido arbitrario. 

Su última obra fue el retrato de su nuera, Nerea Beascoechea (1955), que sorprende por sus tardías conexiones fauvistas. Al concluirlo, le comunicó a su hijo, Vicente Olave, que iba a ser su último retrato por las dificultades que tenía en la visión. Dos años después, el 9 de septiembre de 1957, falleció en Eibar.

Mikel Lertxundi Galiana

 

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Imagen: Los pendientes nuevos. Autor: Jacinto Olabe (foto cedida por J. Ignacio Olave)