Ingenio para barrenar cañones de artillería. Dibujo del libro Fábricas hidráulicas españolas de Ignacio González Tascón, página 136. Edición: Madrid, MOPT, Centro de publicaciones, 1992.

Por medio de un trato llevado a cabo entre los maestros cañonistas y los dueños del molino de Ibarra de Eibar en 1835, en plena guerra entre carlistas y liberales, (la primera guerra carlista) se descubre la transformación de este molino en ingenio de barrenar cañones. Según confesión de los propios maestro cañonistas, escogieron este molino para la innovación por su ubicación, puesto que carecían de estos ingenios en parajes seguros. Sabían que la tarea no iba a resultar sencilla, más bien había que hacer encaje de bolillos para contentar a todas las partes que tenían que intervenir en el asunto. El molino estaba funcionando y los propietarios lo tenían arrendado al molinero Valerio Abarrategui, el Ayuntamiento se comprometió a realizar las obras y los maestros intervinieron para que los barrenadores les preparasen sus cañones, en definitiva un embrollo que después de mucho dialogar parece que todas las partes quedaron conformes.

En principio los barrenadores deseaban realizar ese cambio para unos meses y después de analizar el beneficio que le quedaba al molinero semanalmente, los cañonistas optaron por hacerse cargo del pago. Esa satisfacción debía realizarse mensualmente, desde el comienzo de las obras hasta la finalización del contrato. Dadas las circunstancias el molinero entregó a los maestros una piedra bajera de moler trigo, dos rodetes o “acenias”, dos palancas y el armazón de tabla. Por esta entrega el molinero también recibió un dinero. Por haberse encargado, el Ayuntamiento de Eibar de la transformación, recibió su parte correspondiente y un porcentaje de cada cañón que se entregó en la fábrica de Placencia.

Toda vez que a los maestros cañonistas les pertenecía la piedra y los instrumentos anteriormente citados, se la cedieron a los propietarios, con la particularidad de que una vez finalizado el contrato, se hiciesen cargo de los gastos para restablecer el edificio como molino, si así lo deseaban.

Entonces llegó la hora en la que los poseedores del molino-barrena, arrendasen el ingenio a tres maestros barrenadores para que desarrollasen su labor, Antonio Salaberria, Domingo y Ramón Yarza, hasta el mes de octubre, por una renta que se abonaba semanalmente.

En cuanto a las averías que pudiesen surgir, aquellas que se produjesen en los rodetes las pagarían a medias, entre barrenadores y dueños. De las reparaciones consideradas como menores, eran por cuenta de los arrendatarios y de las mayores se ocuparían los propietarios. Al aceptar estas reglas, los barrenadores estaban obligados a pagar la renta y los cañonistas actuaron como fiadores.369 [369 AHPG-GPAH, 1-1157, folio 249.]

Como podremos comprobar la construcción de una nueva instalación destinada en principio a fabricar limas, con una rueda hidráulica como fuerza motriz para la maquinaria, que utilizaba las aguas de la acequia molinar de Ibarra, fue minando el normal funcionamiento de este ingenio hidráulico.

Barreno de Urkizu

Ingenio situado en la parte trasera de la misma casa torre.

La casa torre de Urkizu, estaba situada en la margen izquierda del río. El molino y fragua de Arrietarras en la margen derecha, enfrente uno de otro. Arrietarras funcionó como fragua desde el siglo XV a cargo de los Urkizu. En el año 1860 se le dio como emplazamiento en esta villa armera, que confinaba por el Oeste, con un camino carretil que entonces había y que desde Urkizu se dirigía a Mertxete y con los terrenos que pertenecían a Santiago Unceta. Por el Este con el arroyo que le proporcionaba el agua para su funcionamiento. Por el Sur con su propia presa y por el Norte con los terrenos de la nueva casa de Urkizu.

Siendo alcalde de la villa armera Martín Orbea Urkizu, era propietario junto a su yerno Bautista Alberdi, del barreno que en el término de Arrietarras estaba ubicado.

En diciembre de 1736 decidieron contratar a un maestro para que lo utilizase y de ese modo sacarle rendimiento, que en definitiva era para lo que se había construido.

Entonces apareció Francisco Goria, interesándose por el ingenio, al que ofrecieron el edificio del barreno, un terreno, de suficientes dimensiones como para plantar las hortalizas que desease que, por cierto, se encontraba junto al edificio y muy cerca de las casas principales de Urkizu. Incluso le dejaban una habitación donde poder vivir, en el mismo inmueble del ingenio. Entonces el barrenador preguntó por las condiciones económicas y le contestaron que el precio que ponían era por todo el paquete y suponía una renta anual de 20 ducados. Después concretaron el tiempo de permanencia en las instalaciones que fue de 3 años comenzando a desarrollar su labor en enero de 1737. Al maestro le parecieron correctas las condiciones y por ese motivo las aceptó, pero antes de firmar les advirtió que él estaba dispuesto a realizar los pagos de manera acordada y que entonces no podrían dejarle en la calle, a no ser que le ofrecieran otro de las misma características, con huerta y habitación. Sin embargo, se comprometió a que una vez cumplido el plazo del arrendamiento, lo dejaría sin disculpa alguna y de no hacerlo pagaría un plus por cada día que transcurriese de más.370 [370 AHPG-GPAH, 1-1050, folio 201.]

En 1740 un documento fechado en Eibar, determina que Martín Orbea y su yerno Bautista Alberdi, seguían compartiendo la propiedad de este ingenio. Precisamente ese año se lo arrendaron al mismo Francisco Goria, y se pusieron de acuerdo para que este contrato también tuviese la misma duración que el anterior, bajo el mismo precio y las mismas condiciones.371 [371 AHPG-GPAH, 1-1052, folio 34.]

Del dinero que el Ayuntamiento de Eibar administraba para los gastos originados por el maestro de primeras letras, había costumbre de prestarlo. En una de esas ocasiones, en el año 1752, se le entregó una parte a Francisco y Domingo Iraegui, padre e hijo para que anualmente, con los intereses lo fuesen abonando. Como era costumbre en este tipo de transacciones, era preciso presentar los avalistas necesarios como garantía de que la devolución fuese efectiva. Estas personas ponían sus propiedades a disposición del que prestaba el dinero y hasta que no se regularizase la deuda, no se podían vender, permutar, enajenar o ceder mientras permaneciesen hipotecados. Una de las personas que actuó como fiadora fue Clara Iñarra, por lo que no tuvo más remedio que presentar su caserío de Iraegui y el molino de nueva construcción. Entendemos que se refiere al ingenio de barrenar cañones instalado en Arrietarras, ya que en la siguiente información, parece claro esta cuestión.372 [372 AHPG-GPAH, 1-1079, folio 9.]

A Clara Iñarra por ser la viuda de Andrés Lezeta, en 1755 le correspondía la barrena instalada en el término Arietarras, que trabajaba para la fábrica de Placencia y era denominado como en otros casos “molino o barrena”. Este barreno lo componían dos ruedas y su herramienta necesaria para trabajar en ella, que pesaba 96 libras. Ese mismo año se la arrendó a Juan Bautista Alberdi, que a su vez era regidor municipal en la villa de Eibar. Los términos del contrato se plasmaron en los 9 años que debía durar y por una renta anual de 10 ducados, usase o no la maquinaría.

Durante el contrato Bautista tendría que ocuparse de cualquier avería que surgiese “en el barreno o molino”. Sin embargo podría reparar el cubo con nuevas piedras y mampostería a cuenta de la renta y si la de un año no fuese suficiente, descontaría de la del siguiente, siempre que se nombrasen dos peritos, uno por cada parte para que valorasen la obra realizada. Si por antojo o porque no hubiese el suficiente trabajo barrenando, necesitase transformarlo de nuevo en molino, podría valerse de las piedras molares, armazones y demás instrumentos que en el edificio había.373 [373 AHPG-GPAH, 1-1082, folio 13.]

Cuando se preparó el contrato matrimonial para el casamiento entre Juan Bautista Orbea Urkizu y María Agustina Alberdi Orbea, en el año 1762, entre los capítulos del compromiso, se advertía que el padre de Agustina, Juan Bautista Alberdi, se reservó para sus días de vida: el barreno de Arietarras, la casa y la tejería, con un terreno adyacente.374 [374 AHPG-GPAH, 1-1089, folio 23/08/1762.]

En 1768 Andrés Sarasqueta declaró que el barreno de abrir cañones de Urkizu, estaba situado en la parte trasera de la casa torre del mismo nombre. Que deseaba hacerse cargo de su herramienta, debido a una deuda que los dueños de la casa torre adquirieron por los alimentos que suministró a Juan Bautista Alberdi hasta la hora de su fallecimiento, con el consentimiento de su hija y de su yerno.

Esta petición fue dirigida al alcalde de Eibar, para que tomara las medidas oportunas. Este a su vez, mandó al escribano municipal para que registrase el local del barreno y al mismo tiempo hiciese un inventario de la herramienta que allí se encontrase. Pero en aquellos momentos ese escribano estaba ocupado en otros asuntos que le impidieron hacer esas diligencias. Sin embargo consintió que otro escribano lo hiciese, con tal que luego se le entregase el escrito del acto y de ese modo guardarlo en el libro de la numeraría correspondiente.

Era preceptivo que este tipo de actos para realizar una inspección, se anunciase a los propietarios y así lo hicieron. Juan Bautista Orbea, el yerno, dijo que se daba por enterado y que consentía la entrega al demandante, tanto de la herramienta del barreno como la del lagar, hasta completar la deuda adquirida, por ser ciertas las cantidades que presentaba. También se le comunicó a su esposa Agustina Alberdi, aceptando de la misma manera, el auto que se debía realizar.

Cuando en el reloj de la parroquia de Eibar sonaron las campanadas anunciando las cinco de la tarde del 24 de febrero de 1768, estaban frente a la puerta de entrada a la casa torre de Urkizu, el escribano, un alguacil y Andrés Sarasqueta. Llamaron a la puerta y apareció una mujer que dijo llamarse María Antonia y que era la esposa de Pedro Sarasqueta. Eran los inquilinos de los pisos bajos, situados a la izquierda de la puerta principal. El escribano le leyó el auto que se llevaba a cabo y fue entonces cuando le abrió la puerta de su vivienda y el cuarto donde se encontraba la herramienta del barreno. Pasaron a otro cuarto, también bajo, donde estaba instalado el lagar para majar la manzana y hacer sidra. Pero Andrés tenía un compromiso importante en Placencia y habiéndose echado la noche encima, pospusieron la entrega para el día siguiente y le dijeron a la mujer que no abandonase el edificio, hasta que se diese por finalizado el inventario y la entrega.

Al día siguiente se hizo el inventario de las herramientas que consistían en 30 cañas nuevas de hierro para barrenar los cañones, que pesaban 3 arrobas menos 5 libras o lo que es lo mismo 70 libras. Otras 41 cañas más delgadas con un limpiador, un secador y una argolla con su cuño de hierro que pesaban 74 libras. Todas estas herramientas, se las entregó a Andrés Olaza para que las usara barrenando cañones en el mismo ingenio ya que había entrado como inquilino para desarrollar esa labor. En cuanto al lagar, se comprobó que no había herramientas y que solo constaba la maquinaria.375 [375 AHPG-GPAH, 1-1095, folio 88.]

En el año 1816 se le encargó a Juan Andrés Lascurain realizar una tasación del edificio y de los instrumentos instalados en la casa barrena situada en el término de Arrietarras, de la jurisdicción de Eibar y que pertenecía a los herederos de Juan José Mancilla y de Miguel Oruña, vecinos que fueron de San Sebastián.376 [376 AHPG-GPAH, 1-4506, folio 221. De esa declaración se advierte que este ingenio en aquellos momentos contaba con: 1 rodezno viejo con su eje, cellos macho y hembra para sujetar la espada, 40 “áces” o barrenas, 1 martillo; 1 yunque y 1 piedra hueca. Para suministrar agua al rodezno estaban los 11,5 estados de presa (unos 43,746 m2), 51 varas de losas y el surtidero para cuando se necesitase vaciar el dique, la antepara, estolda y calce. Terreno labrado y sin labrar, nogal, fresno y sauces. Su valoración ascendió a 4.590 reales y 25 maravedís.]

Posteriormente el 28 de julio de 1825, la vecina San Sebastián y residente en Anguiozar Juana María Oruña, contrató los servicios de un escribano para argumentar la propiedad de la mitad de este ingenio que compartía con su hermana Patricia, que vivía en Montevideo y que deseaban vender su parte. La otra mitad correspondía a su prima Josefa Patricia Mancilla, casada con Francisco Larrañaga, ambos vecinos de Elgueta y que eran quienes quisieron quedarse cómo únicos propietarios. Ambas partes reconocieron que desde que Lascurain había efectuado la estimación, faltaban algunas herramientas necesarias para poder realizar los trabajos de barrenado y se apreciaba una considerable devaluación del ingenio, debido a que la fabrica de armas se encontraba en plena decadencia, lo que supuso que su valor pasase a ser de 2.200 reales. En tales circunstancias y contando con el beneplácito de su hermana, no le quedó más remedio vender su parte por la mitad de ese importe. Del mismo modo que explicó el motivo de no haber podido enseñar los títulos y haber presentado solo tasación, todo se debió a que se quemaron en el asedio sufrido por la ciudad de San Sebastián, durante guerra de la independencia, pero aseguró que no existía anteriormente un compromiso de venta y que estaba libre de toda carga. Josefa se mostró de acuerdo con lo presentado y pagó la cantidad acordada para ser la única propietaria del ingenio.377 [377 AHPG-GPAH, 1-4506, folio 219.]

Después de haber comprado el ingenio para barrenar cañones y quedarse como propietaria, Josefa Patricia el 17 de mayo de 1853, preparó un documento con el que efectuar su venta, asegurando estar libre de todo tributo. El interesado en quedarse con el ingenio fue Evaristo Zuloaga quien se mostró dispuesto a desembolsar 4.000 reales. El plazo conseguido para que esa venta fuera efectiva alcanzó los 3 años, el primer pago lo tendría que realizar el día 1 de agosto y la misma cantidad y en la misma fecha de los años precedentes el resto. Además de esa cuantía abonaría un 3% del dinero que quedase por pagar después del primer abono, Zuloaga aceptó las reglas del contrato y se quedó como nuevo propietario.378 [378 AHPG-GPAH, 1-4506, folio 217.]

Según el documento anterior, en 1853 Evaristo Zuloaga compró este ingenio a Patricia Mancilla y a su esposo Manuel Francisco Larrañaga. Sin embargo Evaristo le debía un dinero al placentino José Ibarra por negocios que mantuvieron juntos y en 1858 buscaron la solución. Se presentó un avalista José Antonio Zarandona y entre ambos se comprometieron a pagar los 4.000 reales de la deuda pasados 4 años.

En este acto el propio Zuloaga necesitó presentar una garantía de pago y por ello dejó hipotecada su casa barrena del término denominado “Bueno Enecua” con todos sus instrumentos que utilizaba las aguas de la regata “Azurza”.379 [379 AHPG-GPAH, 1-4458, folio 266.]

Este ingenio que se hallaba junto al molino del mismo nombre, fue hipotecado por Juan Manuel Orbea, para garantizar el pago por haber ganado la subasta del peaje de los Santos Mártires de Bergara, que la Diputación guipuzcoana había sacado para el ejercicio de 1859.380 [380 AHPG-GPAH, 1-4458, folio 631.] (El desarrollo de lo sucedido se analizaba en el apartado del molino de Urkizu).

Esta propiedad constaba de la maquinaria con la que barrenaban los cañones y un trozo de terreno, todo ello con un perímetro lineal de 277,5 estados, además de la presa que suponían 11,5 estados. Detalles proporcionados cuando apenas habían pasado 7 años de haberlo comprado, Evaristo decidió vender este ingenio con su terreno a José Antonio Alcorta, bajo una serie de condiciones. Que no podía abrir la compuerta de la presa ni de noche, ni fuera de las horas programadas para el verano, desde las 5 de la mañana hasta las 11,30 y desde las 12,30 hasta el anochecer. Tanto el comprador como sus herederos, tuvieron terminantemente prohibido aumentar el tamaño de la llave de la presa, que era de un diámetro de 3,5 pulgadas. Cuando la necesidad mandase reparar esa presa, las gastos se compartirían a medias entre el vendedor y el comprador, siempre y cuando su valor excediese de 40 reales, ya que de no alcanzarse esa cifra Alcorta pagaría ese arreglo.

Estando las dos partes de acuerdo con las particularidades del contrato, pasaron a valorar esa propiedad y el modo de hacer efectivo el pago. El precio estipulado en aquella ocasión fue de 9.000 reales y para el 21 de agosto de ese año de 1860, Zuloaga percibiría una parte, 5.000 reales y el resto a 1.000 por año con un aumento del 3% anual. En este acto Alcorta presentó como avalista a Antonio Azpiri y el escribano les advirtió que era obligatorio dar conocimiento de esa venta, en el registro de Bergara.381 [381 AHPG-GPAH, L-1-4460, folio 403.]

Barreno de Erbiti

Desconocemos el emplazamiento exacto de este ingenio pero por los datos que se aportan, se encontraba en la zona de Urkizu y que utilizaba las aguas del Ego.

Cuando en 1790 Antonio Erviti, ya se había preparado un ingenio para poder desarrollar la labor de barrenar el interior de los cañones de armas ligeras, la construcción de la presa en el cauce del río Ego y aguas abajo del molino de Urkizu, iba a acarrearle serios problemas, que los fue solventando en el transcurrir de los años.

Hubo un juicio y habiéndose emitido sentencia favorable a José María Orbea, en el tribunal del corregimiento de esta provincia, Erviti apeló el veredicto, para que el tribunal de la Chancillería de Valladolid estudiase el caso, donde también se dio la razón a Orbea. En octubre de 1852 su hijo Manuel Orbea, como sucesor, solicitó al procurador Dionisio Nieto que consiguiese la documentación sobre esa sentencia.382 [382 AHPG-GPAH, 1-4655, folio 337.]

Como ya hemos explicado en el apartado de molinos, el problema surgió por haber dado más altura de la debida a la presa, lo que supuso un perjuicio para los propietarios de Urkizu. Pero antes de continuar con repetidos pleitos, las dos partes trataron de llegar a un acuerdo y así lo hicieron. A cambio de que la presa mantuviera sus medidas, él estaba dispuesto a pagar un canon anual de 80 reales, mientras esta se hallase en esas condiciones. Si por cualquier circunstancia se rompiese, hasta que no se pusiese activa, dejaría de abonar ese dinero a los propietarios de Urkizu, pero en el momento que se reparase y mantuviese esas medidas concretas, estaba obligado a respetar el pago establecido. Se le permitió que en épocas de sequía y siempre que no perjudicara al molino, la colocación de tablas para conseguir todavía más altura y de ese modo poder aprovechar todo el caudal para dirigirlo al cauce del ingenio, teniendo muy en cuenta que este método sería provisional y en fechas muy concretas de escasez de agua. El primer plazo se cumplía el 24 de junio de 1853 y como garantía de que ese pago se realizaría de la manera prevista, Erviti necesitó hipotecar el ingenio además de la presa y el cauce.383 [383 AHPG-GPAH, 1-4656, folio 04/06/1852.]

Después de haber estado pagando durante 3 años la cantidad establecida, en junio de 1857, el mismo Erviti planteo a los Orbea una nueva manera de contrarrestar el daño causado por la presa. Les propuso efectuar un único pago de 1650 reales, para dejar de abonar los 80 y la posibilidad de poder utilizar el ingenio siempre que considerasen oportuno. Ellos aceptaron con la condición de abolir únicamente la cuestión monetaria anual y respectar los demás puntos acordados en el anterior planteamiento incluyendo el uso del ingenio. Todos aceptaron esta nueva manera de proceder y de ese modo Erviti pudo dejar libre únicamente la hipoteca de su ingenio, que de la otra manera estaría toda la vida empeñado.384 [384 AHPG-GPAH, 1-4457, folio 01/05/1857.]

Al parecer Erviti contrató los servicios de Francisco Larrañaga para lo que se firmaron una serie de compromisos por ambas partes, que indudablemente era preciso cumplir, pero antes de concluir el plazo estipulado falleció Francisco, y surgieron problemas entre los herederos, al ser cuestiones que atañen directamente a los ingenios hidráulicos, nos detendremos para conocerlos. En principio las partes enfrentadas estaban dispuestas a llegar hasta los tribunales de justicia, pero antes de dar tan arriesgado paso, en agosto de 1860, decidieron ponerse de acuerdo mediante un articulado con una serie de puntos, para que de ese modo todas las cuestiones quedasen bien atadas. Los enfrentados fueron los Hermanos Agustín y Gabriel Larrañaga Aspe, con sus cuñados Bonifacio Ojanguren y Antonio Echeverria en representación de sus respectivas esposas.

La herencia se la repartieron entre Gabriel y sus hermanas Salvadora y Manuela, entre los tres, en justa compensación y una vez que se llevase a cabo la repartición entregarían a su hermano Agustín 500 reales. Agustín y su hermano Gabriel, continuaron trabajando en las ruedas hidráulicas de la barrena, situada en esta jurisdicción y propiedad de José Antonio Erviti. Sin embargo el acuerdo al que llegaron Agustín y su padre, en relación al trabajo en las ruedas hidráulicas (que no se menciona) pasó a manos de su hermano Gabriel.

Si circunstancialmente Erviti, antes del tiempo estipulado en el contrato que firmó con Francisco, decidiese dar por finalizado el compromiso adquirido, las compensaciones monetarias derivadas de esa acción, pasarían a manos de Gabriel, sin que los otros herederos pudiesen reclamar dinero alguno. En cuanto a las obras que en adelante pudieran surgir en las instalaciones y que se hallaban sujetas a pacto, tendrían que hacerlas frente, a partes iguales los dos hermanos, con el fin de no suspender los trabajos a los que ambos se dedicaban. En el hipotético caso de que Erviti les despidiese antes de tiempo, entonces serían para Gabriel las ruedas hidráulicas, fuese cual fuese su estado y se repartirían el dinero que Erviti tendría que abonar por haber realizado mejoras en las instalaciones. Ambos hermanos, al día siguiente de la realización de esta escritura, se asociaron para trabajar, repartirse a medias las medidas a tomar y los beneficios, del mismo modo tuvieron que pagar los materiales indispensables para poder desarrollar su labor. Cuando las circunstancias implicasen a uno de los hermanos y no pudiese trabajar por enfermedad, no quisiese trabajar o por otro cualquier motivo, el otro se llevaría las ganancias del tiempo que hubiese estado trabajando solo, sin que por ello se le pudiese reclamar derecho alguno.385 [385 AHPG-GPAH, 1-4460, folio 406.]

Barreno de Ibur

Teniendo en cuenta que la margen izquierda de este arroyo pertenece a Zaldibar y la derecha a Eibar, este ingenio confinaba por el Este, con el monte Otaolabazterra, por el Oeste con el arroyo Ibur y por el Norte y Sur, con las posesiones de la casa torre de Isasi, pertenecientes al marques de Santa Cruz.

El vecino de Eibar Agustín Bustindui, en 1736 se ofreció a fabricar una barrena con dos ruedas en el término de Eibar en un plazo de 3 meses. La oferta se la presentó a Teodoro Zuaznabar, que en aquellos momentos gobernaba la fábrica de armas de Placencia. A cambio le pidió un anticipo de dinero para poder afrontar el reto, a condición de entregarle un tanto por ciento de dinero en cañones, cada vez que Agustín llevase a probarlos a la fábrica.386 [386 AHPG-GPAH, 1-1076, folio 10.]

Una vez construido, el eibarrés Agustín Bustindui Arizmendi, consiguió ser el propietario del barreno que se encontraba en el arroyo de Ibur. Este ingenio constaba de dos ruedas, una fragua con fuelles, yunque y la herramienta necesaria para desarrollar la labor de barrenador. Además se hizo con el usufructo de un castañal que había en el mismo término y por lo tanto podía recolectar ese fruto. Sin embargo, en septiembre de 1736 optó por arrendárselo al elgoibarrés José Marcante por espacio de 1 año. El importe que le pedió fue de 18 ducados, que los tuvo que abonar en el transcurso de ese año, la oferta se aceptó, pero no sin antes advertirle, que si pagaba lo estipulado no le pudiesen rescindir el contrato y de hacerlo, le facilitarían otro de las mismas características. Al mismo tiempo consintió que solo pudiese barrenar los cañones que fabricasen, tanto Bustundui como su primo Pedro Olave y se le prohibió barrenar los que otros maestros fabricasen, pues automáticamente sería despojado de sus derechos.387 [387 AHPG-GPAH, 1-1050, folio 165.]

A pesar de haber conseguido montar el ingenio, con el que barrenar los cañones que él mismo fabricaba y de llegar a un acuerdo para contratar al maestro barrenador que solo trabajase para su familia, en el mes de noviembre de ese mismo año, lo puso en venta, pero antes necesitó que su mujer Isabel Erquinigo, renunciase a sus derechos maritales para que esa transacción se pudiese realizar. En primer lugar se valoró el edificio con su maquinaria, el pedazo de terreno y el fruto de los castañales que también estaban en venta.

Una vez legalizado el tema, las negociaciones pudieron comenzar con el matrimonio compuesto por Francisco Salinas y María Josefa Sorarte, quienes mostraron su voluntad de quedarse con lo que se les ofreció. En el precio, estaban incluidos todos los derechos sobre las entradas y salidas, tanto del terreno como del edificio, sus usos, costumbres y servidumbres. En el momento que se hizo la valoración, los compradores pusieron el dinero en manos de los vendedores, por lo que antes de firmar el contrato ya se había realizado el pago total, fue entonces cuando los vendedores renunciaron a la posibilidad de reclamar, ya que las leyes que desde las Cortes de Alcalá de Henares venían rigiendo, ante la posibilidad de haber sido engañados en las valoraciones que se habían elaborado, les podían proteger por un tiempo de 4 años.388 [388 AHPG-GPAH, 1-1050, folio 190.]

Las propiedades de Francisco Salinas, necesitaron de la fianza que Domingo Egocheaga le ofreció. Después de fallecer Salinas, sus acreedores pidieron que se valorasen sus bienes, para que de ese modo pudiesen cobrar. A Domingo le correspondió el barreno de Ibur, con su presa, calces, antepara y las 107 posturas de terreno, que con sus árboles plantados estaban junto al mismo. Pero Domingo también falleció y entonces fue su hijo, del mismo nombre y apellido que su padre, quien desde entonces dirigió los destinos de la propiedad. Sin embargo necesitó venderla y para ello, necesitó pedir al Ayuntamiento de Eibar que organizase una subasta y que se anunciase desde el púlpito, en el momento del ofertorio de la misa mayor de un domingo concreto, para que de ese modo se enterase un mayor número de personas.

Así lo hizo el cura diciendo que, durante cuatro domingos consecutivos, después de las vísperas parroquiales, se iba a organizar una subasta para la venta del barreno de Ibur con sus propiedades correspondientes y la cantidad con la que comenzaría la puja. La primera se realizó en los soportales de la casa consistorial, que solía ser el lugar escogido para estas ocasiones y estuvo presidida por los alguaciles municipales, un 12 de julio de 1744. El modo de celebrar estas subastas, consistía en encender un trozo de vela y mientras se mantuviese encendida se podía pujar y se le asignaba al mejor postor. Pero en esta ocasión, mientras estuvo encendida, no hubo quien pujase y a los asistentes se les convocó para el siguiente domingo.389 [389 AHPG-GPAH, 1-1053, folio 218.]

El domingo siguiente se organizó la segunda de las subastas, esta vez presidida por el alcalde Francisco Aguirre y por Joaquín Gorostieta como regidor que era. Se procedió de la misma manera y en el mismo lugar y tampoco hubo quien hiciera, ni tan siquiera una puja. No quedando más remedio que emplazar a los asistentes para la siguiente fecha.

Sin embargo en la tercera, apareció por los soportales de la casa consistorial, Pedro Olave quien estuvo dispuesto a pagar 3.300 reales por todo. La vela se apago y no hubo otra persona que realizase otra puja, en vista de lo cual se dio por finalizado el acto y se les citó para la última subasta.

El día 9 de agosto se realizó la cuarta y última almoneda y en la que se advirtió a los asistentes que la puja estaba montada para que comenzase a partir de los 500 ducados y por ese motivo se desestimaba la emitida el domingo anterior por Pedro Olave. Pero pasaba el tiempo, la vela se iba consumiendo y no se presentaban nuevas ofertas y una vez apagada, se dio por finalizado el acto, sin haber conseguido el propósito para el que se habían organizado esta serie de actos.

Mientras estas licitaciones se estuvieron realizando, el capellán de la capellanía fundada por Domingo Iraegui en la ermita de Arrate, mantuvo en secreto su objetivo de quedarse con el edifico del barreno de armas, propiedad entonces de Domingo Egocheaga por el precio de salida. No quiso aventurarse a pujar de ese modo, por si le salía un contrincante, puesto que para el 24 de julio ya había obtenido el permiso de Obispado de Calahorra para realizar esa compra, remitiendo un escrito al Obispo indicándole que era una compra segura para unir a la capellanía, puesto que a pesar de los 500 ducados, tenía una renta anual de 20 ducados y si se realizaba una subasta para su arrendamiento, estaba seguro de que la oferta subiría. Además contaba con que el Ayuntamiento de Elgueta le debía un dinero y que se podía utilizar en la compra.390 [390 AHPG-GPAH, 1-1053, folio 222.]

La venta definitiva se realizó un 28 de septiembre de ese mismo año y desde entonces este ingenio paso a manos de los representantes de la capellanía fundada por el Capitán Domingo Iraegui en el santuario de Arrate. Fundación que se produjo, al morir Domingo siendo vecino de la ciudad de México. Cuando se dio lectura a su testamento un 27 de septiembre de 1667, encontraron una anotación por la que dejaba 4.000 ducados de plata para que semanalmente se celebrasen dos misas en el santuario.391 [391 AGUIRRE SORONDO, Antxon. “Las Ermitas de Eibar” pág. 85. Ego Ibarra, 1996.]

A la capellanía fundada por el capitán Domingo Iraegui, en el Santuario de Arrate, le pertenecía en el término de Ibur, un edificio con un ingenio “llamado barrena” donde se rectificaba el interior de los cañones de armas ligeras, con destino a la fábrica de armas de Placencia. En 1754 se produjo su arrendamiento y el de toda su herramienta, que le correspondió a Pedro Olabe por 4 años con una renta anual de 16 ducados, siendo su importe total 64 ducados, dinero que Olabe ya había entregado a los patronos de la capellanía. Si durante ese periodo fuera necesario realizar reparaciones, Olabe cobraría de los 15 ducados que anualmente pagaba el caserío Ubidieta a la misma capellanía.392 [392 AHPG-GPAH, 1-1081, folio 471.] Con el barreno estaban incluidas: la presa, sus calces, la antepara y las 107 posturas de sus terreno y los árboles que allí estaban plantados. El precio fue el estipulado de salida en la subasta, los 500 ducados y que Domingo Egocheaga recibió de manos del alcalde Francisco Aguirre, del patrón de la capellanía que entonces regentaba Francisco Iraegui y de Ignacio Arizmendi como capellán.393 [393 AHPG-GPAH, 1-1053, folio 232.]

Una real orden emitida por el monarca Carlos IV el 25 de septiembre de 1798, mandó que se enajenasen cuantos bienes perteneciesen a hospitales, hospicios, casas de misericordia, de reclusos y expósitos, cofradías, capellanías, obras pías y patronos legos y se pusiesen en venta con el objetivo recaudar dinero para las arcas reales. Cumpliendo con lo establecido, se procedió a regular las fincas existentes en el municipio de Eibar. Esta circunstancia afectó directamente a los terrenos del viejo barreno de Ibur y un 31 de octubre de 1799 se realizó la tasación de la parcela donde antes funcionaba el barreno y el pedazo de monte contiguo. Todo ese solar que comprendían 113 posturas de terreno fueron valoradas en 904 reales, dado que el terreno y el solar del barreno ya no producía en esa fecha ni estaba en disposición de producir.

Para proceder a su venta, de nuevo fueron los soportales de la casa consistorial las que dieron cobijo a una nueva subasta que se produjo un 21 de diciembre de 1799, en ella estuvieron presentes el alcalde Ignacio María de Ibarzabal, el regidor Pedro José Bustindui y el alguacil Diego Barrutia que fue quien encendió la cerilla de vela, llamada cabito, para dar comienzo la sesión. Mientras estuvo encendida, tan solo hubo una oferta, la emitida por Andrés Retenaga, quien ofreció 602 reales y 22 maravedís. Cuando la vela se apagó, quedó como nuevo propietario Retenaga, al no existir otra oferta.

El encargado de la caja de amortización de San Sebastián, recibió el dinero de la venta y por ese motivo extendió el correspondiente recibo de pago y Retenaga le indicó que necesitaba realizar la toma de posesión judicial de la parcela y del terreno contiguo. Cuestión que se realizaría el 24 de mayo de 1800, cuando el alguacil le cogió de la mano y lo introdujo en el monte y en el solar del barreno, donde arrancó algunas hierbas, rompió ramas de los árboles, como acto de posesión. En adelante nadie pudo cuestionar su propiedad.

Sin embargo no pararon aquí los hechos, puesto que el mismo día en el que se celebró la toma de posesión, sorprendentemente, Retenaga vendió esas propiedades, al que había sido alcalde y quien había participado con su presencia en la subasta, Ignacio María Ibarzabal. El precio de venta, fue el mismo que el de la compra los 602 reales y 22 maravedís. Con esta transacción dejaba de pertenecer a Retenaga, para pasar a manos de Ibarzabal y a las de sus futuros herederos y sucesores.394 [394 AHPG-GPAH, 1-1120, folios 425 y 429.] Esta noticia nos aclara que este ingenio había dejado de funcionar y por lo tanto acababa con la función para el que había sido construido, el barrenado de cañones de armas ligeras.

Barreno de Matxaria

Cerca del caserío Matxaria se construyó este ingenio.

Juan San Martín cita “Matxaria” en la relación nominal de caseríos absorbidos por el desarrollo del casco urbano de Eibar en el siglo XX. Estaba ubicado donde hoy en día se encuentra el depósito municipal de vehículos.

Existe un documento fechado en 3 de julio de 1635, donde se indica que el maestro carpintero Juan Arostegui, natural de la localidad vizcaína de San Andrés de Etxebarria, fue el encargado de realizar y dirigir las obras para la construcción de un barreno nuevo en el arroyo de Matxaria. En esa fecha afirma haber cobrado 300 reales como sueldo por haber estado trabajando durante 50 días en la propia obra cuando presentó los gastos originados por esa ejecución.395 [395 AHPG-GPAH, 1-1017, folio 270.

Además de su sueldo y de su labor, se necesitaron 137 oficiales obreros, que por día cobraron 4 reales. Con Simón apodado “el francés” se gastaron 80 reales por haber estado durante 20 días abriendo zanjas y otras labores que se le ordenaron. Otro de los que durante una jornada estuvo horadando zanjas fue Bartolomé Bustindui y le pagaron lo correspondiente, 4 reales. De la realización de paredes donde alojar el ingenio, fue cuestión que resolvió Martín Artaechevarria, siendo 20 días los que invirtió en hacerlas, por lo que le pagaron 80 reales. Los carpinteros Juan Echeandia y Miguel Astaburuaga, se encargaron de cortar todo el maderamen y labrarlos, que les facilitó Pedro Mandiola, para utilizarlo en la nueva construcción, estando durante 18 días desarrollando esa labor por la que les pagaron 72 reales. Hubo un trato con Pedro Mandiola para que fuese el que suministrase la madera y la acarrease hasta el lugar de Matxaria y eso supuso un gasto de 126,5 reales. Por otra parte, Juan García de Guisasola llevó la madera y los materiales necesarios para el montaje de la “coloma”, eso le supuso tener que hacer 6 viajes con la carreta, con un costo de 132 reales. A Pedro Pagaegui se le pagaron 121 reales por llevar un madero con el que hacer el cubo y otros 4 más que utilizaron en la construcción. Los clavos grandes fueron 370 que entonces costaban a 5 maravedís, otro 500 más pequeños a 1 maravedí y 300 especiales para el

“tejillo a blanca”, donde se invirtieron 70,5 reales. Las 1200 tejas que se asentaron en el tejado, costaron 91 reales. La rueda nueva que se acopló en la barrena con su propio cello supuso un desembolso de 78 reales. Luego hubo que utilizar otros 3 cellos y el hierro necesario para incrustar la espada en la rueda, todo ello valorado en 24 reales. Otros 4 cellos más, se implantaron en lo que se denominaba el cubo, que costaron 40 reales. También se compró la cerradura, la llave y los hierros que se colocaron en la puerta de entrada, cobraron 7 reales. La aguja y su hembra de encaje de la rueda y por el cerrojo del cubo pagaron 12 reales. Juan Artiga Otaola suministro 6 estados de tabla a un precio de 7 reales el estado. Por último hace una descarga de 14 reales gastados en reparar la barrena y sus instrumentos para ponerla en marcha. Estos fueron los gastos a los que tuvo que hacer frente el propietario y el maestro carpintero indicaba que de no haber sido por la maestría y la inteligencia con la que se trabajó, hubiese costado mucho más.]

El mismo que había suministrado la madera para la construcción del nuevo barreno molino de Matxaria, Juan Artiga Otaola, presentó un contrato de arrendamiento de esta maquinaría en 1642, aunque en 1641 el oficial barrenero Juan Apraiz, ya había comenzado a desarrollar su labor en este nuevo ingenio para finalizarlo en 1643. Al plasmar las condiciones se hizo una minuciosa descripción de los elementos que allí había. Anualmente por la utilización del ingenio se le cobró 12 ducados y 1 más por la utilización de los artilugios. Estos pagos se realizaron trimestralmente entregando la cuarta parte cada vez. Apraiz pudo trabajar para otros cañonistas, pero cuando Juan Artiga y su hijo Gabriel, necesitaron barrenar sus cañones, tuvo dejar el trabajo que estaba haciendo y dedicarse a elaborar los de los arrendadores, cañones que fueron examinados por los expertos de la Real Fábrica y se pagó el precio estipulado en la misma fábrica. Los titulares también le cobraron medio real por cada cañón que preparó para otros oficiales. Finalizado el periodo de contratación, el ingenio y su herramienta, necesitó entregarlas en las mismas condiciones que las había recibido, para no sufrir una penalización. En ese mismo contrato estaba estipulado que las averías consideradas importantes que pudiesen surgir, serían cuestión que debería solucionar y pagar el propietario y de las de menor importancia, se ocuparía el barrenador. Si ambas partes cumplían con lo pactado, uno no podría interrumpir la marcha de trabajo del otro y éste no dejaría de trabajarlo, si no quería pagar la renta sin utilizarlo.396 [396

AHPG-GPAH, 1-1022, folio 104. Barrenos con los que se podían barrenar cañones de mosquetes, arcabuces, carabinas y pistolas, 3 mazos de hierro, 2 aldabas de laca, 2 museras (pieza de hierro que se encaja en el agujero de la muela inferior de los molinos harineros) y unas tenazas y el peso de toda esta herramienta era de 100 libras. También lo componían los barquines y el yunque, que no los contabilizaron en el peso apuntado.]

El propietario de la casa solar de Ibarra de suso en 1647, Diego López Ibarra, que lo era también del barreno de Matxaria, se puso en contacto con el barrenador de mosquetes, arcabuces y carabinas, Ignacio Acharan que, trabajaba para la Real Fábrica de Placencia. Deseaba arrendarle el ingenio, con sus instrumentos y la herramienta necesaria para poder desarrollar esa labor durante 1 año. El estaba dispuesto a cobrarle la renta de 11 ducados, una vez concluido el tiempo que se estableció. De necesitarlo el edificio lo retejaría por su cuenta y se ocuparía de las obras más fuertes que pudiesen surgir. Le pedió a Ignacio que se ocupase de limpiar las acequias y de las averías más livianas. En caso de avería que fuera necesario vaciar la acequia, imposibilitando el funcionamiento del barreno, todos los días que fuesen necesarios para ponerlo de nuevo en marcha, se le acumularían cuando se cumpliese el año previsto. Le reclamó un buen uso del ingenio, los instrumentos y las herramientas, para que no hubiese problemas a la hora de entregarlos. De ese modo no permitiría que otro barrenador ocupase su sitio durante ese año y de hacerlo sin razones, sería castigado a entregarle otro ingenio de las mismas características y en la misma jurisdicción, además de pagar los daños y perjuicios que de ello se pudiesen producir. Acharan estuvo de acuerdo y por ese motivo firmó el contrato que le presentaron y ya no se pudo arrepentir, puesto que de abandonarlo voluntariamente y no trabajarlo no tenía más remedio que abonar la renta, ya que así lo negoció.397 [397 AHPG-GPAH, 1-1028, folio 6.]

Diego López de Ibarra, había necesitado realizar unas obras, que fueron abonadas por su suegro Juan Artiga. Sin embargo Juan y su mujer, le debían a Diego los créditos de un censo y sus intereses. Esta situación fue resuelta en 1648, con la presentación de cuentas que quedaron canceladas en aquel momento y ambas partes quedaron satisfechas.398 [398 AHPG-GPAH, 1-1027, folio 88.]

Cuando apenas había transcurrido un año fallecía Juan Artiga por lo que su esposa Dominga Arechuloaga y su hijo Manuel, pidieron a las autoridades competentes, que se hiciera un inventario de los bienes que quedaron tras su muerte. Tal y como lo exigieron se realizó y entre otros encontraron los barquines, yunque y herramientas propias para el barrenado y que se hallaban precisamente en este ingenio de Matxaria. Una vez que fueron valorados por el experto Gregorio Ondarbide, el alcalde de ese año y sargento mayor Diego López de Ibarra, compró esos instrumentos y les entregó el dinero que pedían por ellos.399 [399 AHPG-GPAH, 1-1028, folio 346.]

Corría el año 1673, cuando Diego López de Ibarra y Francisco Aguirre, declararon que en terrenos de la casa solar de Ibarra, con licencia de Martín López de Ibarra, escribano en aquellos momentos, fabricaron una barrena en el puesto de Matxaria, con el terreno y la madera facilitada por Martín. Entonces se pusieron de acuerdo para que los tres aportasen la misma cantidad, por lo que el escribano les tuvo que abonar lo que pusieron los otros dos, previo examen de un experto. Calcularon que en 6 años igualaría lo aportado por los otros dos, momento en el que comenzaría a cobrar la mitad de la renta y la otra mitad se la repartirían entre los otros dos socios.

Entonces llegó el momento de encontrar a un barrenador que lo quisiese trabajar, en principio consideraron que sería oportuno arrendarlo por 3 años y cobrarle 30 reales semanales. Localizaron a Miguel Echevarria que aceptó el reto, pero antes le advirtieron que ellos fabricaban cañones, por lo que trabajaría exclusivamente para los socios y no lo podía hacer para otros hasta que finalizase el periodo acordado. Aunque le concedieron la potestad de poder trabajar para otros cañonistas, cuando ellos no tuviesen cañones que barrenar. De las obras mayores se encargarían los socios y de las menores el barrenador, que ya no se pudo echar atrás porque al haber firmado el contrato, la renta la seguiría pagando igualmente aunque no trabajase con el ingenio.400 [400 AHPG-GPAH, 1-1042, folio 114v.]

Otro barrenador entró a trabajar en el ingenio de Matxaria, en el año 1673, se trataba de un vecino de Mondragón de nombre Esteban Elejalde. Los encargados de preparar el contrato fueron Martín López de Ibarra y Francisco de Aguirre quienes se lo arrendaron para 6 años por una renta anual de 12 ducados. En esta ocasión Esteban necesitó llevar su herramienta y sus barquines para poder trabajar y solo lo podía desarrollar su labor para Martín y Francisco, por esa exclusividad percibió de cada uno de ellos trimestralmente 100 reales.401 [401 AHPG-GPAH, 1-1042, folio 152.]

Avanzando en nuestra investigación llegamos a 1703 entonces fue Atanasio Arizmendi quien la explotaba, siendo su oficio el de cañonista, necesitó arrendarlo a un oficial trabajase adecuadamente sus cañones. Motivo por el cual llegó a un acuerdo con Miguel Basterrechea, quien gustosamente se ofreció a trabajar durante 6 años, barrenando todos los que fabricase, siguiendo las normas que la fábrica de Placencia exigía, de ese modo el barrenado tendría las medidas interiores correctas. Por desarrollar su labor y facilitarle la herramienta necesaria, estaba dispuesto a pagar anualmente 100 reales y cobrarle 6 reales por cada cañón barrenado. Aunque Atanasio le impuso una exclusividad para trabajar sus cañones, le facilitó la posibilidad de barrenar los cañones de otros oficiales, siempre y cuando Atanasio no le suministrase cañones para barrenar. Con este modo de proceder Atanasio se aseguró el tener un barrenador que trabajase exclusivamente para él y Miguel un trabajo fijo para no estar parado. Otro de los puntos a tener en cuenta, era que en el edificio había sitios destinados a vivienda, donde Miguel tenía que vivir en el transcurso de los años contratados. De las averías consideradas troncales, las más importantes, serían por cuenta de Atanasio y de las menores se encargaría el barrenador.402 [402 AHPG-GPAH, 1-1048, folio 82.]

Este ingenio en el año 1845 era denominado como casa barrena de Matxaria siendo propiedad del vecino de Lekeitio, Juan Antonio Goicolea. Sin embargo, ese mismo año el juzgado de Markina formó un concurso de acreedores y esta propiedad pasó a manos de Eugenia Orue como principal propietaria y de Evaristo Gómez de Zarate. Fue el momento en el que el administrador de Eugenia, que era el beneficiado de la parroquia de Deba, de nombre José Manuel Ostolaza, quien organizó el arrendamiento de la finca. De ese modo Francisco Larrañaga pudo quedarse durante 9 años utilizándola, iniciando su labor el día 1 de noviembre de ese mismo año.

La renta anual que le impusieron fue de 19 fanegas de buen trigo seco, 160 reales, 2 pollas y 1 capón, teniendo que abonar el trigo en agosto de 1846, el resto de los productos y el dinero para el 24 de diciembre. Tanto los alimentos como el dinero se los tenía que entregar a José Manuel Betolaza. Al mismo tiempo se le recordó que bajo ningún pretexto podía reclamar el valor de las mejoras que realizase, de no contar por escrito, con el beneplácito del dueño o de la persona que le representase.403 [403 AHPG-GPAH, 1-1161, folio 195.] Son los últimos datos que se han localizado sobre este ingenio.

Ruedas hidráulicas

Rueda Hidráulica de Ibarbea

Se montó esta rueda hidráulica en un edificio construido en las inmediaciones del molino de Ibarra. El inmueble se adosó a la casa torre de Ibarra y llegaba hasta la orilla del río Ego.

Desde su casa de Ibarbea Antonio Larrañaga, miraba sus terrenos adyacentes y habiendo comprobado que en el mercado había demanda de limas, apostó por construir un edificio donde albergar un taller dedicado a fabricar ese tipo herramienta. Se puso manos a la obra pidiendo permisos con los que poder realizar la tarea y se la encargó a las personas duchas en ese tipo de labores. Cuando ya estaba finalizada, fue necesario realizar una minuciosa valoración de lo construido, de la maquinaria allí instalada con su rueda hidráulica, el control del agua que había desviado por medio de un chimbo desde la acequia molinar de Ibarbea. Cuestiones que necesitó resolver ya que así se lo pidió la legislación de la época al ser bienes desvinculados y quien tenía la patria potestad de su inmediato sucesor. Por ese motivo necesitó contratar los servicios de un procurador para que le preparase un escrito, donde plasmar la necesidad de acordar los servicios del arquitecto Mariano José Lascurain y que el Ayuntamiento de Eibar nombrase al mismo, o a otro experto para realizar esa misma labor.

El escrito se presentó ante el juez de primera instancia de Bergara, quien después de haberlo estudiado, mandó un 28 de noviembre de 1848 que se llevase a cabo la tasación solicitada y que ese mismo escrito se enviase al procurador del Ayuntamiento de Eibar, para determinar si nombraba al mismo perito o presentaba otro. Una vez realizada, el resultado se lo tenían que enviar a Bergara.

El documento llegó al Ayuntamiento el 2 de diciembre y el escribano de Elgoibar, que actuó por falta de funcionario en Eibar, se lo leyó al procurador de esta localidad, quien admitió que fuese la misma persona, la que se encargase de realizar ese estudio. Lascurain hizo su trabajo y el 19 de diciembre se lo entregó al juez, para confirmar el peritaje de las obras ejecutadas por cuenta de Larrañaga, en su nuevo taller que se adosó a su casa, llegando hasta el borde del río. En el escrito se plasmó la valoración de la presa, la acequia molinar y los derechos de aguas que le correspondía por ser el dueño del molino y de la barrena de Ibarbea.404 [404 AHPG-GPAH, 1-4478, folio 117. En su labor Lascurain evaluó los materiales empleados en el edificio, incluyendo las puertas y ventanas, utensilios como la cepa del yunque o el pesebre de la fragua. Pasando luego a ocuparse de la maquinaria y la fragua contigua, los 66 pies lineales (18,48 metros) de la cañería de desagüe y la caldera de metal para la fragua. Más tarde se dedicó a valorar la rueda hidráulica y sus accesorios:

- 68 pies lineales de cepas, cepa más ligazones, burcos y almohadas.

- 22 pies lineales de uso.

- 104 pies lineales de radios para la rueda.

- 72 pies lineales de armazón en la circunferencia de la rueda.

- 224 pies cuadrados de palas.

- 144 pies cuadrados de entablado en el sofito de la rueda, los pesebres continuados, las cajas para las piedras, antepechos y armazones, incluso los interiores.

- 50 arrobas de hierro dulce en los cellos, las bisagras en los extremos del punto de apoyo. Los hierros de la circunferencia de la rueda.

- 2 pujones torneados.

- 8 paraderas en rosca.

- 28 cabillas para sujetar los brazos.

- 28 libras de bronce en los pivotes.

- 8 cepos de hierro para sujetar el uso y el eje de las piedras de acicalar.

- 4 tirafondos para asegurar la rueda dentada.

- 4 zorros para unir el eje de hierro.

- La rueda dentada con dos muñones en la tapa del surtidor con su traga.

Para finalizar su trabajo, se ocupó de la presa, acequia molinar y del derecho de las aguas que utilizaría el establecimiento. Al mismo tiempo analizó lo que consumían las tres instalaciones en marcha, pues iban a manejar el mismo canal. Teniendo en cuenta que los meses de abril, mayo y junio, de día solo podría trabajar la rueda, para que funcionasen uno de los rodetes del molino y el único rodete del barreno se tendría que conformar con trabajar por las noche y los días de fiesta. Con la llegada de los meses de julio, agosto y septiembre, normalmente el nivel del agua en el río bajaba considerablemente y todo el agua quedaría para dar únicamente movimiento a la rueda, siendo los festivos cuando se pondrían en marcha los rodetes del molino y del barreno.

De toda esa proporción de utilización del agua, la valoración de la presa y de la acequia preparó un baremo para distribuirlo en 122 partes, siendo 83 las correspondientes al molino y el barreno y las 39 restantes se le aplicó a la nueva fábrica. El resultado de estos elementos relacionados con el agua, suponían 37.043 reales, por lo que esas 39 partes suponían 11.841 reales que fueron insertados en el total de la valoración, con un resultado de 60.199 reales. En el momento que se constituyese una sociedad y comenzase a desarrollar su labor, en caso de avería en la presa o en la acequia, el modo de organizar la participación en los gastos, sería la descrita del 83-39.

El juez una vez hubo verificado el resultado del estudio emprendido por Lascurain, con el que estaba de acuerdo, lo aprobó un 8 de enero de 1849.405 [405 AHPG-GPAH, 1-4478, folio 122.]

Antonio Larrañaga buscaba los socios que estuviesen dispuestos a aportar el capital necesario para poder poner en marcha su fábrica de limas, los encontró y el 23 de marzo de 1850 se reunió con ellos para establecer las bases con las que comenzar a funcionar. Fueron José María Alberdi y Juan Bautista Cigorraga, los tres se pusieron de acuerdo para iniciar esa andadura desde el 1 de abril y prorrogarla, en principio, durante 6 años. Además de la fabricación de limas se dedicarían a la recomposición de herramientas y a elaborar otros artículos, que no se especificaron. El edificio construido por Larrañaga y valorado por Lascurain en 60.199 reales, acordó con sus compañeros en dejarlo en 60.000 que fue su aportación a la nueva sociedad y comenzaron a redactar las reglas por las que se tenía que regir la empresa que estaban creando.

Los nuevos agregados deseaban saber las dimensiones de la fábrica y concretaron que era el espacio que comenzaba junto a la pared de la casa que habitaba Larrañaga y que llegaba hasta la orilla del río, utilizando el desvío realizado en el canal del molino para mover la rueda hidráulica, que iba a ser la fuerza motriz que diera movimiento a la maquinaria necesaria para desarrollar la labor y que estaban dispuestos a desplegar. Ese fue el motivo de haber fabricado un chimbo de unas dimensiones concretas, 56 onzas cúbicas de largura, por 2,5 onzas de anchura, en un costado de la acequia molinar, para mantener la circulación del agua hasta el molino de Ibarra, propiedad del mismo Larrañaga. Medidas que no se podían alterar hasta que se cumpliese el plazo de los 6 años, para hacerlo, tenían que estar de acuerdo las tres partes.

Después se dedicaron a formalizar las aportaciones, el capital de Larrañaga era el dinero invertido en el inmueble y en la rueda, por su parte Alberdi invertió 30.000 reales y Cigorraga 10.000, de ese modo el capital inicial fue de 100.000 reales. Una vez que expirase el periodo establecido, se comprobarían si la actividad de la empresa había resultado ser positiva o por el contrario era negativa, por lo que se repartirían los beneficios o las pérdidas, a prorrata de lo que cada uno había aportado. La compañía podría aumentar su capital, cuando los socios estuviesen dispuestos a ello en caso de necesidad, siempre y cuando se diese el aviso con 2 meses de antelación, entonces la cuota de participación aumentaría en proporción.

Continuaron con los nombramientos y como administradores quedaron Larrañaga y Alberdi, quienes acordaron la contratación de un secretario que se ocupase de hacer las compras necesarias para comenzar a trabajar. También dieron en visto bueno a la negociación con dos operarios para trabajar en las máquinas. El sueldo de los administradores y el del secretario y los gastos de oficina, se determinaría en la primera junta de accionistas o en las siguientes cuando se comprobase el resultado de las operaciones.

Con el antiguo convento de las monjas Agustinas a la izquierda, la calle Ibarkurutze era una calle muy próxima del lugar en que se hallaba la rueda hidráulica montada por Antonio Larrañaga para su taller de Ibarbea. Kutxateka. Fondo Indalecio Ojanguren. Autor: Indalecio Ojanguren.

En caso que falleciese alguno de los tres socios, se formalizaría el oportuno inventario, donde se incluiría la fábrica, los elementos que hubiese, los créditos y los haberes, deudas y obligaciones que les perteneciesen. Como según la Ley, no estaban dentro de sus atribuciones, el integrar a sus sucesores en la compañía, estaban de acuerdo que el capital aportado no se podría reclamar hasta que no se cumpliesen los 6 años, momento en el que aportarían todos los datos contables de entradas y salidas, así como los jornales, incluyendo el de los operarios que se ocuparían de realizar el trabajo.406 [406 AHPG-GPAH, 1-4478, folio 123.] Estas fueron las normas que regían en la nueva empresa montada en el edificio Ibarbea.

Con el tiempo, surgieron nuevas reformas alrededor de la sociedad formada en Ibarbea, para convertirse en un centro de trabajo donde los maestros armeros se cobijaron para desarrollar las distintas actividades, que confluían en el modo de fabricar armas. Como podremos comprobar esa rueda hidráulica que funcionaba con el agua de la acequia molinar, era la que hacía girar al eje donde se adaptaron las distintas poleas con las que dar movimiento a los ingenios que allí se fueron instalando.

Comenzaremos este nuevo recorrido con el arrendamiento preparado por Antonio Larrañaga, para el taller de barrenadores que estuvo ubicado en la parte sur de la casa Ibarbea que daba a la calle Ibarreko Gurutzea para Plácido Zuloaga. Este contrato se pactó por 9 años y comenzar el 2 de octubre de 1861, la cantidad anual que necesitó abonar como renta fue de 1.100 reales. De abonar la cantidad acordada el propietario no le podía despedir, a no ser que le pagase los arreglos que se hubiesen efectuado en ese centro, además de facilitarle otro de las mismas características. Aunque Zuloaga tampoco podía abandonarlo, pues eso le supondría que todas las reformas que hubiese efectuado se quedarían en beneficio del local y tampoco tendría opción a pedir una rebaja del precio anual pactado.407 [407 AHPG-GPAH, 1-4461, folio 434.]

Otra nueva oferta se le presentó al mismo Larrañaga el día 8 de octubre de 1861, esta vez fueron varios los socios que desearon hacerse con un trozo de local en la parte superior del edificio Ibarbea, de la calle Ibarreko Gurutzea, donde Manuel Garate, Dámaso Elejalde, Juan Francisco Bergara y Guillermo Zabaleta, se asociaron para montar la maquinaria precisa para fabricar alzas. Los propios socios fueron los encargados del montaje de su proyecto y una vez concluidas las obras, se procedió a realizar una tasación de lo construido por parte de dos expertos presentados por cada una de las partes. Para que ese taller pudiese funcionar era necesario que el propietario les facilitase, la fuerza motriz por medio de la rueda hidráulica principal montada a expensas de Larrañaga. Acordaron que esta fuerza no podía disminuir durante los 9 años que iba a durar, en principio, el contrato de arrendamiento, aunque el propietario pusiese más maquinaria funcionando, cuestión que estaba obligado a anunciar a los socios de la nueva empresa. Si por cualquier circunstancia, esa sociedad se disolviese y no habiendo cumplido con los años contratados, no tendrían derecho a reclamar retribución alguna por haber realizado los acoplamientos y obras en ese local. El arrendador, una vez que se firmase el compromiso adquirido, no les podía despedir, a no ser que les facilitase un local de las mismas características, pagarles la parte correspondiente de la tasación y se le pedirían daños y perjuicios. Si a la finalización del convenio, no se hubiese denunciado, automáticamente se prolongaría por otros 9 años. Como ambas partes estuvieron de acuerdo en comprometerse a llevar a cabo todo lo pactado como estaba redactado, lo firmaron y el taller de alzas comenzó a funcionar en este edificio.408 [408 AHPG-GPAH, 1-4461, folio 464.]

Apenas habían pasado 17 días del contrato dispuesto entre Antonio Larrañaga y Plácido Zuloaga, por el que se obligaron a respetar los acuerdos adquiridos con respecto a la utilización del taller de barrenadores y su acequia molinar de Ibarbea durante 9 años prorrogables, por un importe anual de 1.100 reales, Zuloaga le propuso consolidar nuevas condiciones, estaba dispuesto a abonar y entregar en la casa de Larrañaga 1.580 reales anuales, a cambio de la autorización para acoplar una rueda hidráulica más que utilizaría para su trabajo, en el mismo taller para lo que necesitó construir un canal que discurría paralelo al anterior y que tenía 15 pulgadas desde su remate hasta la superficie del agua, cuando esta se hallase a nivel de la acequia. No se consideró un obstáculo para que esa obra se llevase a cabo y el resto de condiciones se pactaron del mismo modo que en la anterior ocasión.409 [409 AHPG-GPAH, 1-4461, folio 500.]

En este edificio se fueron instalando más artefactos que sirvieron para mejorar el trabajo de los armeros y que la industria fuese creciendo en esta villa. En abril de 1862

Antonio Larrañaga se comprometió a facilitar el local de la parte izquierda del edificio, entrando por la puerta de la tienda y donde estaban colocadas unas piedras de pulir, para que José Manuel Larrañaga pudiese poner las máquinas necesarias con las que fabricar tornillos para armas de fuego. Este arrendamiento comenzó el día 1 de junio y finalizaría el 31 de mayo de 1871, teniendo que pagar 3 reales diarios por ello. Para que el torno pudiese funcionar, fue necesario que el propietario le facilitase la fuerza motriz desde el tambor de la rueda hidráulica principal y acoplar una palanca para dar y quitar el giro. A la finalización de este contrato, si José Manuel dejaba este local, no tenía derecho a pedir indemnización por las obras realizadas. Pero si Antonio le despidiese, además de pagar los daños y perjuicios, le abonaría los 1.043 reales del importe de las obras que hasta entonces se habían realizado y el valor de las que se hiciesen en lo sucesivo, con su consentimiento. Si transcurrido el plazo dado en este ajuste no se renovase, se entendería como prorrogado con las mismas condiciones por otros 9 años.410 [410 AHPG-GPAH, 1-4462, folio 251.]

Larrañaga también cedió la parte derecha de ese mismo local, donde Felipe Labaca comenzó a desarrollar su labor trabajando en los artefactos que entonces se ocupaba, (no se anota su trabajo) a cambio de pagarle 1,5 reales diarios durante 9 años, bajo las mismas condiciones que había acordado con el tornillero.411 [411 AHPG-GPAH, 1-4462, folio 253.]

Fue un día largo para los armeros Antonio y Juan José Larrañaga, ya que en la misma fecha de los dos anteriores contratos, Gregorio Acha les solicitó el arrendamiento de un espacio en las dependencias de Ibarbea. Esta persona estaba dispuesta a pagar 8 reales diarios durante 9 años, mientras pudiese edificar, con sus propios medios, en el vacío existente entre la parte occidental del edificio y el muro de la huerta perteneciente a la casa Kontadorekoa, el local que considerase oportuno para su trabajo en la fabricación de artefactos, que además supondría la ampliación de las instalaciones de Ibarbea y que una vez concluidas las obras, se procedería a la obligatoria tasación por expertos. La intención de Gregorio, fue la de crear en ese hueco el asentamiento necesario para acoplar sus máquinas con las que realizar sus artilugios, para lo que era necesario utilizar la fuerza del agua, que se le tenía que facilitar desde el tambor de la rueda principal, con lo que conseguiría el constante movimiento de sus tres ruedas o más, para que las utilizasen los esmeriladores y pulidores o “concluidores” y con otras tres ruedas más para mover los tornos con los que elaborar las piezas que se necesitasen. Contaba con la promesa de que esa fuerza motriz con constante movimiento no iba a disminuir en ningún momento y de ese modo su maquinaria trabajaría convenientemente. En este arrendamiento, que finalizaba el 31 de octubre de 1871, no entraba el tallercito destinado a los cajeros, que se encontraba junto al nuevo local.412 [412 AHPG-GPAH, 1-4452, folio 552.]

El día 30 de septiembre de 1863, se reunieron los propietarios Antonio Larrañaga Erviti, armero de 54 años y Juan José Larrañaga Alberdi, también armero de 24 años, con el armero de 30 años Pedro Ariznabarreta, quien era el que necesitaba un local en el edificio Ibarbea, donde colocar las máquinas necesarias para desarrollar su labor fabricando aparejos. Ellos le ofrecieron el que se encontraba al norte de la acequia de la maquinaria de Ibarbea, situado en la parte baja del taller Vidarte Hemanos y Cia., de la calle Ibarreko Gurutzea. El se mostró de acuerdo y decidieron que el arrendamiento comenzase al día siguiente y que finalizase otro día igual de 1869, pagando de renta 4 reales diarios que los abonaría anualmente. Todo esto, mientras obligatoriamente recibiese la fuerza motriz de la rueda hidráulica allí instalada. De no renovarse el contrato, se entendería como prorrogado por otros 6 años más, bajo las mismas condiciones.413 [413 AHPG-GPAH, 1-4463, folio 348.]

La aceptación de ocupar este edificio para montar talleres auxiliares dedicados a la industria armera, fue importante y queda patente, una vez más, cuando el 14 de diciembre de 1863, los mismos propietarios, recibieron a los pulidores Ernesto Chastang, soltero de 25 años que vivía en Placencia y a José Manuel Ortuoste Arana, vecino de Eibar, casado y con 28 años. Estos les solicitaron el arrendamiento de un local con suficiente espacio donde colocar la maquinaria destinada a la fabricación de toda clase de armas. Los propietarios aceptaron y se comprometieron a facilitarles el taller, que había sido utilizado por los cajeros, el contrato comenzó el 1 de febrero de 1864 para utilizarlo durante 6 años. Como en el resto de contratos, de no renovarse en el tiempo concretado, se entendería que se continuaría otros 6 años más bajo las mismas condiciones. Para que la maquinaria que necesitaron, pudiese funcionar, fue necesario recibir la fuerza motriz de la rueda hidráulica principal de Ibarbea.414 [414 AHPG-GPAH, 1-4463, folio 491.]

Los locales de Ibarbea ya estaban en pleno funcionamiento, siendo el lugar donde los armeros desarrollaban sus labores, pero pronto comenzaron los impagos, lo que precipito una reunión entre los afectados el 8 de marzo de 1866, para resolver los diversos problemas que habían surgido. Acudieron Antonio y Juan José Larrañaga como propietarios y fabricantes de armas, también acudió Gregorio Acha como inquilino del local alquilado, con oficio de fabricante de hierro colado maleable, su avalista Inocencio Vidarte en representación de la compañía Vidarte Hermanos, fabricantes de armas y Agustín Azpiri, que era quien realizó la transformación. Se presentó el historial de lo acontecido desde que en octubre de 1862, Gregorio Acha, conseguió el arrendamiento de un local donde poder ejercer su labor en el edificio Ibarbea, donde participaron en su preparación y aditamento del local la compañía Vidarte y Juan Agustín Azpiri.

Aunque Acha había iniciado su labor, durante sus 2 primeros años, todavía no había abonado cuota alguna de la renta. A los Larrañaga no les quedó más remedio que denunciar el hecho y pidieron al juzgado de primera instancia que dictaminase la ejecución de un embargo por la cantidad adeuda. Se admitió esa petición un 18 de marzo de 1865 y se procedió al embargo por la cantidad de 5.848 reales, en presencia del afectado que no opuso resistencia alguna. Habiendo llagado el momento de abonar la tercera renta, tampoco lo hizo y de nuevo los Larrañaga procedieron de la misma manera en el mismo juzgado y esa providencia dictaminó otro nuevo embargo para el día 8 de noviembre de 1865. En esta ocasión Acha tampoco se opuso y el remate de los bienes ascendió a 8.768 reales, aunque quedaba por cuantificar las costas y daños ocasionados por la dejación de las obligaciones aceptadas por Acha y el 11 del mismo mes y año, los Larrañaga cobraron los 9.784 reales, con que se designó el total de lo que correspondía a los afectados.

Una de las cuestiones ya estaba resuelta, pero quedaba cancelar la deuda, con las personas que habían realizado las reformas en el local, pues todavía no habían cobrado y la deuda ascendía a 16.784 reales. Al ser los Larrañaga los propietarios y haber recuperado el local, les obligaron a entregar el dinero percibido, para que de ese modo los afectados por la deuda no se quedasen con una parte del local, lo que les obligo a tener que aportar el resto del dinero hasta completar el importe adeudado y propusieron abonar anualmente una cantidad fija.

La reunión había resultado positiva, pero se tenían que dar una serie de pasos por las partes contrarias y por ese motivo Inocencio Vidarte en representación de su compañía y el arrendatario Gregorio Acha, renunciaron a cualquier derecho que pudiese corresponderles sobre ese taller y por las obras allí realizadas. De la otra parte se encontraba Agustín Azpiri que de la misma manera se apartó de los bienes que le pudiesen corresponder y cedió a los Larrañaga su parte adjudicándoles todo el poder necesario para que se llevase a cabo de la manera acordada.

Los Larrañaga aceptaron esos abandonos y se comprometieron a satisfacer a Azpiri los 7.000 reales en dinero, ya que éste no aceptó que fuese en especies o en otro material y que tenía que ser por anualidades de 1.500 reales. Pero quedaba cerrar y anular la escritura de arrendamiento que en su día se realizó y de ese modo se restituyó, recíprocamente, los derechos que ambas partes tenían antes de haberlo formalizado. Con la aceptación de estas medidas por todas las partes, los Larrañaga desistieron al pleito ejecutivo entablado y litigado sobre el particular y rescindieron el poder otorgado al procurador José Joaquín Barreno.415 [415 AHPG-GPAH, 1-4466, folio 267.]

Fábrica de Ignacio Ibarzabal

En esta localidad de Eibar, Ignacio Ibarzabal montó una fábrica de armas y como potencia motriz utilizó la fuerza del agua por medio de una turbina hidráulica. En el edificio hubo varios departamentos y en uno de ellos se formó una sociedad entre Tomás Urizar y José María Aldazabal, vecinos de Eibar, enganchadas a ese motor hidráulico necesitaron instalar la maquinaria precisa con la que tornear los artefactos que luego se utilizaron en la industria armera. Si bien la máquina fue propiedad de Tomás Urizar, las herramientas precisas y otros efectos se compraron entre ambos y se valoraron en 2.466 pesetas. Cuando todo estuvo en funcionamiento, el 24 de junio de 1887, Tomás quiso buscarse un sustituto para que continuase con su parte en la sociedad y lo encontró en la persona de Victoriano Zabala de 31 años de edad. A cambio de cederle su parte, le cobró al contado la mitad del precio estipulado las 1.233 pesetas, desde ese momento ya pudo disponer de esa mitad de acciones, derechos, herramienta y demás efectos, como cosa propia.

Una vez ajustado el precio, necesitaron tratar el tema de la maquinaria que al ser propiedad de Urizar había que concretar el modo de funcionar. El estaba dispuesto a alquilarla por tiempo ilimitado y por una cantidad estipulada en el 7% anual del precio que fue valorado el torno 2.250 pesetas, siendo el primer plazo el primer día del mes de julio, fecha concretada para recibir la renta. No hubo problemas y los dos nuevos socios aceptaron que fuera de ese modo. Luego les previno que si en algún momento se estropease alguna de las piezas del torno, pagarían el precio especificado en la factura.

Posteriormente abordaron el tema de la durabilidad y decidieron que si por cualquier circunstancia Urizar desease de nuevo quedarse con la máquina, lo podría hacer, pero anunciándolo con 3 meses de antelación y pagando una indemnización de 500 pesetas. En el caso contrario, actuarían de la misma manera y pagarían esa misma cantidad. En el caso que los socios decidiesen comprarle el ingenio, podrían hacerlo por su totalidad o por la mitad, pagando por ello lo estipulado en este contrato. Al ser ilimitado, no podía ser rescindido, a no ser que ocurriese una guerra u otro si-niestro difícil de prevenir. Si alguno de los dos falleciese, el otro adquiriría la otra mitad de la herramienta, pagando lo estipulado.416 [416 AHPG-GPAH, 1-4804, folio 399.]

Taller de Loidi

Un nuevo taller se instaló en Eibar, dedicado a la industria armera, que se construyó junto al molino de Loidi en 1867. Su propietaria María Engracia Miangolarra Zabala, a sus 61 años, fue la encargada de mandar construir un edificio de nueva planta a su costa. El solar contó con el espacio necesario para destinarlo a taller, con 2 habitaciones y 1 desván y ocupaba un terreno superficial de 44 estados y 7 pies, (unos 169,336m2) siendo inscrito en el Registro de la Propiedad de Bergara el 25 de mayo de 1867, al que asignaron el número 336-1.

Esta mujer anteriormente ya había tratado sobre el tema con Francisco Barrenechea, para que una vez terminada la obra, pudiese quedarse con el arrendamiento para trabajar en su oficio de fabricación de armas. El contrato comenzó el 5 de julio de 1867 y transcurridos 9 años, finalizaría otro día igual de 1876. Ya se había emprendido una nueva obligación y por ese motivo le entregaron las llaves de las puertas y comenzó el compromiso de hacerse cargo de cuanto allí se encontraba y que estaba en buen estado. Precisamente de ese modo tenía que cuidarlo, para que una vez llegase el momento de la entrega se hallase en las mismas condiciones. La renta que estuvo dispuesto a pagar fue de 8 reales diarios para abonarlos cuatrimestral-mente, de demorarse 15 días, se le impondría 1 real más por día y si fuese superior a esos días el suplemento aumentaría hasta los 2 reales.

Por su parte Barrenechea colocó y costeo, la rueda principal que sirvió de fuerza motriz de la maquinaria que allí necesitó establecer, para la fabricación de armas y otros artefactos, en la parte del edificio especialmente dedicada para ello y que tenía mantenerlo en buen estado de conservación. A ese local le correspondía utilizar el agua de la acequia molinar, desde las 6 de la mañana hasta las 8 de la tarde y el resto del tiempo, esas aguas irían a parar al depósito del molino harinero para que pudiese trabajar. Sin embargo esta regla no se seguiría cuando hubiese agua en abundancia, ya que entonces podrían simultanear sus respectivas funciones. Al arrendatario le obligaron, cuando fuese necesario, a costear un día de trabajo de 8 peones que se ocuparían en limpiar la acequia. Pero si este trabajo les ocupase más tiempo en dejarla completamente limpia, la propietaria abonaría ese exceso de trabajo. Si por ac-cidente imprevisto, se llegase a inutilizar el cauce, quedándose sin la posibilidad de que las máquinas pudiesen funcionar, transcurridos los 8 primeros días, quedaría en suspensión la renta convenida, hasta tanto no se habilitase la obra.

El río Ego a su paso por la calle Bidebarrieta en el año 1918. Kutxateka. Fondo Indalecio Ojanguren. Autor: Indalecio Ojanguren.

En el supuesto de que Engracia tratase de arrendar las dos habitaciones, el inquilino contaría con prioridad sobre otras personas, en iguales condiciones. En cuanto a ese periodo establecido de 9 años, Barrenechea podía abandonarlo cuando lo considerase oportuno y sin llegar a cumplirlo, aunque en ese caso sería sancionado con la cantidad de 4.000 reales, a los que habría que descontar el precio de la rueda hi-dráulica, que quedaría instalada en el edificio y su valoración la efectuarían expertos nombrados por cada parte.

El inquilino en ese sitio podría montar cuantas máquinas considerase oportuno y subarrendarlas a las personas que escogiese bajo su punto de vista. En caso de que él mismo necesitase ausentarse o emigrar del país, por motivo de una guerra civil, quedaría en suspenso la parte que faltase por cumplir del arrendamiento y se consolidaría de la misma manera en cuanto se diese la paz.

Ante la necesidad de contratar a personal encargado de transportar efectos y utensilios para la fábrica, en igualdad de condiciones, tendría que contar con el hijo de la propietaria Domingo Antonio Insausti. En el supuesto de que Engracia, expirado el plazo de los 9 años, tratase de arrendar ese local, siempre sería Barrenechea el preferido, bajo la misma proporción. Pero si antes de dar por finalizado el arriendo, cualquiera de los dos falleciese, sus herederos y legítimos representantes, serían los que continuarían con las obligaciones y derechos adquiridos.

De modo que todo quedase bien atado y no hubiera luego sorpresas, Engracia declaró que Barrenechea había pagado varias factura por un importe de 6.920 reales, por diferentes conceptos y presentó los recibos. Pero en vez de cobrarlo, quiso que se le fuese descontando ese dinero de la renta hasta completar el pago, con la particularidad de que anualmente le sumaría un interés del 5% anual, durante el tiempo que se precisase para dejar liquidada esa cantidad.417 [417 AHPG-GPAH, 1-4467, folio 630.]

Taller de Urkizu

Evaristo Zuloaga en el año 1849, compró un terreno en la zona de Urkizu. Pasados unos años se hizo con otro terreno en la misma zona y colindante con el anterior, donde tenía previsto construir una casa de dos pisos y un taller de armería, con su correspondiente rueda hidráulica. Por el taller se accedía a la casa, que en su primer piso había una sala, dos alcobas para cuatro dormitorios y la cocina, en el segundo cuatro habitaciones y el desván. El taller contaba con un área superficial de 40 metros con 77 centímetros cuadrados. El propietario en 1885 comunicó que los terrenos deslindados, constituían una sola finca libre de toda carga.418 [418 AHPG-GPAH, 1-4797, folio 59.]

Estos datos los facilitó el dueño Zuloaga, de profesión armero, vecino de Durango y con 63 años, cuando en enero de 1885, preparó un contrato de arrendamiento de su taller armero, señalado con el número 27 del término de Urkizu, donde seguía teniendo instalada la rueda hidráulica como fuerza motriz de la maquinaria allí instalada. El que quiso hacerse con ese taller bajo un tiempo determinado fue José María Guruceta Izaguirre, por ese motivo se detallaron una serie de preceptos. El planteamiento fue que lo ocupase por espacio de 6 años, teniendo en cuenta que el tiempo había comenzado a correr desde diciembre del año anterior, lo que significó que el acuerdo era cuestión que ya estaba solventada, pero que era preciso darle ca-rácter jurídico. La ocupación de las instalaciones se ampliarían por otros tantos años, en caso de no haber sido renovado en el tiempo explicitado. La renta que se concretó fue de 450 pesetas al año y tenía que abonar la mitad semestralmente. El arrendatario Guruceta en ese acto renunció al cobro de las reparaciones que había efectuado en la rueda hidráulica y en la maquinaria. Esto supuso que en adelante y bajo ningún pretexto podía reclamar esos trabajos. Además que desde el momento en el que había comenzado a ocuparse del local y de sus instalaciones, se comprometió a reparar por su cuenta cuantos arreglos pudiesen surgir, siempre y cuando, su importe no llegase a costar más de 25 pesetas, ya que toda avería que superase ese valor, sería el propietario quien tendría que pagarla.

Acoplamientos que se realizaban en los molinos para poder mover otros instrumentos, como alternadores, sierras y demás. Foto: Koldo Lizarralde.

También se pusieron de acuerdo en que cualquier mejora que realizase Guruceta en las instalaciones, sería cuestión que debería contar con el expreso consentimiento del propietario. Siempre que Zuloaga le despidiese sin causa justificada y legal, antes de cumplirse el plazo estimado, tendría que abonarle la cantidad de 1500 pesetas, por vía de indemnización por perjuicios. Las dos partes estuvieron de acuerdo con las reglas marcadas para este contrato y por ese motivo las dieron como buenas y las firmaron.419 [419 AHPG-GPAH, 1-4797, folio 57.]

Sierra hidráulica en Urkizu

Estuvo instalada en un edificio propiedad de Evaristo Zuloaga, situado en la regata que bajaba al puente de Urkizu El 22 de marzo de 1852, se reunieron Evaristo Zuloaga y Esteban Capelastegui para determinar el modo de crear una sociedad particular, con la que sacar más provecho a sus respectivas industrias. Fue el momento escogido para establecer las reglas que se deberían respetar.

Evaristo Zuloaga puso a disposición de la nueva sociedad, el edificio de su propiedad, un local donde Capalastegui, acopló una máquina con la que aserrar tablas, para hacerla funcionar, necesitó contratar al personal adecuado que desarrollarse esa labor. Se pusieron de acuerdo en que la tabla que trabajase la máquina, permanecería en el local 2 días, y luego había que retirarla. Además del local, Zuloaga le facilitó el agua precisa para que esa máquina pudiese funcionar al suministrarle el agua que sobraba, de la que utilizaba para sus propias máquinas. Cuando no contase con el agua suficiente para que la sierra hidráulica pudiese trabajar, concertaron que las instalaciones de Zuloaga pudiesen recoger todo el agua del cauce durante 4 días y 1 día completo se destinarían esas aguas para la sierra. Precisaron que Zuloaga no podía cargar a la sociedad renta alguna por el uso de su edificio para ese trabajo y tampoco por la utilización del agua para la sierra.

Por su parte Esteban se comprometió a construir y colocar en ese edificio, a su cuenta y sin cargar nada a la sociedad, una máquina hidráulica completa, que fuese manejada por dos operarios, con capacidad para aserrar diariamente 10 estados de tabla, o por lo menos 8. En principio comprobarían su capacidad y de no ser posible llegar a esa cantidad, Capelastegui retiraría la máquina, sin que Zuloaga abonase ninguna cantidad y la sociedad quedaría automáticamente disuelta. También aclararon que la máquina era propiedad de Esteban, que la dejaba en uso pero sin poder exigir una retribución por ello a la sociedad. Las averías que pudiesen surgir se pagarían a medias y las ganancias también. Entendiendo que sería el resultado del trabajo, una vez descontando los jornales de los operarios y los gastos de reparación.

En caso de pérdidas también las compartirían. Capelastegui como experto en las funciones de fabricar tablas para obras, fue el encargado de dirigir los trabajos y operaciones en la sierra, previo aviso y consentimiento de Zuloaga.

Cuando a uno de los dos socios se le presentase la oportunidad de entrar en una contrata de madera para una obra, se daría aviso a la otra parte y si lo estimase oportuno, se repartirían las obligaciones y las ganancias. De no aceptar, solo tendría derecho a la mitad de lo que produjese el aserrar la madera. Este mismo caso se aplicaría cuando el otro socio estuviese ausente y no mostrase interés por la contrata. Si en lugar de los operarios, fuese uno de los socios o los dos, los encargados de manejar la sierra, la sociedad le abonaría diariamente 10 reales. En principio esta sociedad se montó para que durase 18 años, siendo su inicio el día 1 de noviembre de 1852, fue el tiempo que se le dio a Esteban para que pusiese en marcha el ingenio hidráulico con el que aserrar la madera. Una vez concluido el plazo establecido, acordarían si continuar o disolver la sociedad. En caso de separarse, la máquina se la podía quedar Zuloaga si lo consideraba oportuno, pagando a Capelastegui el resultado de una tasación. De no admitirla, Esteban la tendría que retirar y podría disponer de ella como lo considerase más oportuno, dejando desde ese momento libre el local y el agua para Zuloaga. Si durante el periodo de tiempo acordado, una de las partes quisiese vender sus derechos o Zuloaga desease ceder el edificio con sus máquinas, se realizaría una tasación y el otro socio sería el preferido para adquirirlos, ante otros compradores.420 [420 AHPG-GPAH, 1-4655, folio 81.] Esta fue la normativa creada para que un nuevo ingenio hidráulico funcionase en esta villa armera.

Rueda hidráulica de Apalategi

En 1872 se inscribió en el registro de la propiedad, una caseta destinada a barrenar cañones, situada en el punto llamado Apalategi del término de Ubitarte de esta villa de Eibar. Sus dimensiones aproximadas fueron de 86 m2, que confinaba por el Este con el molino de Apalategi, por el Sur con el río Ego, por el Oeste con terrenos de Francisco Aguirrebeña y por el Norte con la acequia molinar. Esta finca deslindada estaba gravada con una pensión foral de 4 pesetas, dinero que cobraba Aguirrebeña como dueño de su dominio directo, al haberse adquirido el terreno para el edificio del ingenio, a censo enfitéutico y ser al mismo tiempo, la persona que había prestado 467,50 pesetas a un interés anual de un 5%.421 [421 AHPG-GPAH, 1-4803, folio 243.]

Con respecto a este artefacto, Eugenia Acha Urain declaró que su hermano Ramón, en 1884, le cedió la plena propiedad de las 2/3 partes de la fábrica con su rueda o turbina de hierro, cuya fuerza motriz servía para varios usos, establecida en el molino de Apalategi y que la otra parte correspondía a los herederos de José Antonio Zarandona.

El armero Esteban Arana Milicua, vecino de Eibar, indicó haber sido el artífice de la construcción de una caseta en el punto denominado Apalategi, en un terreno adquirido para montar la maquinaria precisa donde taladrar o barrenar cañones.

Cuando en 1885 contaba con 72 años de edad, llegó a un acuerdo con Fernando Arrate Mandiola, fabricante de armas de 51 años de edad, para venderle su parte del ingenio, por el precio de 250 pesetas. Cantidad que afirmó haberla recibido en billetes de banco, ante testigos.422 [422 AHPG-GPAH, 1-4802, folio 463.]

Las intenciones de Fernando Arrate eran quedarse como único socio en estas instalaciones, pues de ese modo podría realizar los trabajos que él considerase oportuno. Por ese motivo pensó que su segunda opción, era la de contactar con la viuda y los hijos de José Antonio Zarandona, cuestión que realizó en 1886, preguntó lo que le podía costar esa venta y adelantó el pago, antes de realizar el acto de compra ante el escribano. Llegado el momento, fue preciso hacer constar que ya había pagado las 338,50 pesetas que le pidieron, ya que desde ese momento, el comprador necesitó admitir una serie de requisitos para poder quedarse con esa parte de las instalaciones. Fue imprescindible reconocer el dominio directo que sobre esa finca tenía Aguirrebeña y satisfacerle en lo sucesivo las pensiones del censo enfitéutico, además de presentarle una copia de la venta que se había realizado. Por no haberle pedido permiso para realizar esta operación, cumpliendo lo que prevenía la ley hipotecaria fue preciso acatar una serie de requisitos, que comenzaron por salvaguardar la hipoteca legal que competía tanto al Estado, como a la Provincia o al Municipio, por la última anualidad del impuesto repartido, si llegase a ser exigible. Lo mismo que los dividendos de los 2 últimos años del seguro. También necesitó tener en cuenta, que si esta adjudicación podía perjudicar a terceras personas, solo se asumiría en el momento que se inscribiese en el registro de la propiedad.423 [423 AHPG-GPAH, 1-4803, folio 243.]

Para completar sus aspiraciones solo le bastó ponerse de acuerdo con Eugenia Acha, cuestión que tomó forma un año más tarde. Se reunió con ella para tratar de conseguir lo que perseguía y lo logró, puesto que Eugenia le vendió su participación en el negocio, que le había cedido su hermano. En consecuencia renunció a sus derechos y se los traspasó a Fernando, al que también entregó la escritura de cesión, por el precio de 325 pesetas, que las recibió en billetes de banco.424 [424 AHPG-GPAH, 1-4804, folio 224.]

Conclusiones

Alberdi en Guenengua, otro taller de armería de J. J. Larrañaga en Ibarbea, la sierra mecánica de Arregui en Bidebarrieta, y a la otra sierra mecánica de la viuda de Erviti en Barrena425 [425 MUJICA, Serapio, “Geografía del País Vasco-Navarro”.]. En esos momentos se asume que la electricidad era una energía que creaba menos problemas y salía mucho más rentable, con centrales eléctricas como: Central Eléctrica Gabilondo, Centrales Eléctricas del Estado, Electra Industrial Eibarresa, Martín Errasti y Cia, Herederos de Arrillaga, Hijos de Arrillaga, Hidráulica del Urederra, Irurak-Bat de Malzaga, Cayetano Sustaeta y Salto de Saturio. En 1944 existía en Eibar un com-plejo armero muy definido que se aprecia al leer el boletín “GUIPUZCOA EN LA MANO” de ese año concreto, en el que se dedica un apartado a esta villa y donde se inserta el Comercio y la Industria que en aquellos momentos florecía, aunque nosotros solo apuntaremos los dedicados a la armería.

Comenzamos este recorrido con las fábricas de armas: Aguirre y Aranzabal, Aranzabal y Ugartechea, Francisco Arizmendi, Norberto Arizmendi y Compañía, A.Y.R.A. D.U.R.E.X. Compañía Anónima, Beistegui Hermanos, Echave Arizmendi y Compañía S.L., Rufino Entrena, Espin Hermanos, Fabrica de Armas de Fuego “STAR” S.A., Gárate Anitua y Compañía, Gaztelurrutia y Belaustegui, Industrias Tomás Urizar, Pedro Maquibar, Orbea y Compañía y El Trust Eibarrés S.L.

Luego aparecen los que se dedicaron a fabricar piezas para armas: José Miguel Aranceta, Narciso Aranguren, Guillermo Bascaran y Hermanos, Rufino Entrena, Félix Gárate, Hijos de Pedro Nazabal y Juan y Silvestre Zamacola.

Los encargados de fabricar municiones y explosivos era la Sociedad Española de Armas Municiones S. A. Los negociantes en armas y municiones, El Trust Eibarrés S. L., Pedro Eraña, Julio Fernandez de Betoño, Gárate y Mendive, Industrias Salaverría, La Vasco Belga S. L. y Ojanguren y Vildosola.

La industria de quienes se dedicaron al guarnecido y soldadura de cañones para escopetas de dos tiros: Marcos Aulestiarte, Juan Chinchurreta, Miguel Jimeno y Nicolás Murua.

En los talleres de Matías Alday, Juan y Silvestre Zamacola fabricaban cañones para escopetas y los barrenaban. En esta misma fecha también estaba la fábrica de carabinas de aire comprimido propiedad de J e I Bascaran. Así como los que se dedicaron a vender cartuchos y accesorios desde el Trust Eibarrés S. L. además de Pedro Eraña, Gárate y Mendive y la Sociedad Española de Armas y Municiones S.A.

Siendo la fabricación de culatas para todo tipo de armas a la que se dedicaron desde su fábrica, Benito Arizmendi, José Bernedo y José Mutiloa, así como Julio Betolaza.

También se contemplan las fábricas de escopetas de caza que funcionaban en aquellas fechas: Miguel Acha, Francisco Albistegui, Hijos de Victor Aramberri y Compañía, Aramberri Hermanos, Julián Arana, Gaspar Arizaga, José Arrizabalaga y Cía, Hijos de Juan Bautista Arrizabalaga, Lorenzo Arrizabalaga, J. e I. Bascaran, Benito Bereciartua, Casa Ugartechea, Crucelegui Hermanos, El Trust Eibarrés S. L., Sucesores de Fernandez, Gaztelurrutia y Belaustegui, Hijos de J.P. Juaristi, Francisco Larrarte, Alejandro Lascurain (Sucesor de José María Ibarlucea), Mateo Men-dicute, José Cruz Múgica, Viuda e Hijos de Sarasqueta S. L., Victor Sarasqueta S. L., Unión Armera S. L., José Urigüen, Arriola y Sarasqueta, Julián Arana, José Arrizabalaga, Arrizabalaga y Cia, Hijos de F Arizaga marca “Colibrí”, Higinio Ugarte, Julio Betolaza y José Urigüen.

Del mecanizado y fresado de básculas, cañón y piezas para escopetas de caza, se ocuparon: Aguirre y Aranzabal, así como Zamacola Hermanos. Del pavón para cañones de escopetas de caza fueron: Bolumburu y Sarasqueta, Florentino Carral y Joaquín Urdampilleta. De la venta de las escopetas de caza: Pedro Ereña, Gárate y Mendive, Hispano-Inglesa, Industrias Salaverría y Luis Iriondo y Cia S. L. También encontramos la fábrica de Explosivos y Accesorios, con la Sociedad Española de Armas y Municiones S. A.

Centrales hidráulicas

Plano elaborado para la tubería de conducción de agua que tenía que cruzar la línea de Ferrocarriles en el kilómetro 18.430 de Durango a Zumarraga. Archivo municipal de Eibar. Sig: C75. Sección C. Obras. Subsección. Aguas potables, regatas y alumbrado. Caja 7

Introducción

El Ayuntamiento ante la necesidad de cambiar los modos de producir el alumbrado público, dejar los faroles de petróleo y cambiarlos por bombillas eléctricas, optó por organizar una entrevista con Santiago Barrutia para observar la conveniencia de aprovechar la fuerza motriz del río Deba para instalar una central eléctrica y de ese modo asegurarse el suministro de energía para el alumbrado público.426 [426 MUJICA, Gregorio, “Monografía Histórica de la Villa de Eibar” Ayuntamiento de Eibar 3ª edición 1984, pág. 370]

Ante tales perspectivas el Ayuntamiento en 1902 solicitó una autorización mi-nisterial, para poder hacerse con el control de un salto de agua y de ese modo destinarlo a la producción de energía eléctrica, que necesitaba para el alumbrado público.

Ese mismo año, la comisión encargada de llevar a cabo las negociaciones necesarias que les permitieran, ser los propietarios, en vez de pagar una renta por esa energía, se dirigió a la empresa Brunet y Cía., al objeto de informarse de la disposición de la firma para venderles el salto de agua que poseían en Malzaga, así como todas las instalaciones con las que producían energía eléctrica.

Después de valorar la propuesta y hacer sus números, la compañía les pidió 75.000 pesetas, con la posibilidad de abonar esa cantidad durante 5 años. Por el primer plazo pagarían 25.000 pesetas y al resto se le aumentaría un 5% anual. También les ofreció la posibilidad de pagar en un solo plazo la totalidad sin incremento, incluso en dos veces. Pero una parte importante de la comisión, que tenía tomar la decisión de la compra de una central, declinó la oferta y optó por continuar pagando una renta por el alumbrado público.

Apenas habían pasado 2 años, cuando en el Ayuntamiento de Eibar se recibió un proyecto enviado por la empresa Hijos de Romualdo Garcia, que contaba con su fábrica de laminado en Elgoibar. Estaban dispuestos a venderles un salto de agua con su caseta donde tenían alojados 2 turbinas de 100cv cada una por un precio de 150.000 pesetas. Solo les faltaba hacer la instalación de los aparatos propios de una central, como eran las dinamos, la línea y los demás artefactos.

El total del presupuesto alcanzó las 207.000 pesetas. Después de presentar lo que podía suponer el proyecto, les indicaron que de ese modo se podría obtener un buen servicio de calefacción para los edificios públicos en las épocas invernales, precisamente cuando el caudal de agua era mucho mayor, momento en el que la central podía estar a pleno rendimiento, con lo que se conseguía más de 150 cv para las horas del día, en las que se beneficiarían las oficinas del Ayuntamiento, la alhóndiga, la academia de dibujo y demás instalaciones. También les indicaron la conveniencia de tener la calefacción tanto de día como de noche en las escuelas públicas y de dibujo lineal dado que se daban clases diurnas y nocturnas. La conclusión a la que llegó la empresa, fue que sin gastar más de lo que costeaban entonces por el alumbrado publico, “en malas condiciones”, la villa podía adquirir en propiedad un salto de agua con más de 150 cv. de fuerza ordinaria que quedaría libre de toda carga a los 25 años, en cuya fecha la villa podría dar gratis la luz a los pobres o realizar otras compensa-ciones a la población, al contar con ese elemento gratis, sin más gastos que los de la administración y reparaciones, tanto en el alumbrado público como el de arrendamiento. Con ello conseguirían otras ventajas, como la de contar con un alumbrado público espléndido, calefacción en los edificios públicos, la posesión de unos 50 cv de fuerza sobrantes, durante las horas del día, después de atender a las necesidades consignadas, para destinarlos a los servicios que el Ayuntamiento considerase oportuno.

Esa central hidráulica se hallaba en el río Deba en término de Mendaro, aprovechamiento que se había llevado a cabo bajo los estudios, planos y dirección de Ramón Elosegui, ingeniero de caminos, canales y puertos. Al observar que no existía aprovechamiento alguno entre Alzola y Mendaro, optaron por construir una presa de 2 metros de altura, situada a 40 metros aguas abajo del arroyo “Inchusai”, desviando el agua por medio de una canal, en parte cubierto y en otras en túnel abierto con el fin de pasar la peña de “Ascolcho”, para llegar a la casa de máquinas, situada a 365 metros de donde estaba el salto.427 [427 Archivo Municipal de Eibar, carpeta C, Negociado 7 – serie 4. El desglose del presupuesto aproximado se la presentaron de este modo: Salto de agua con caseta y dos turbinas.

Importe de la línea de cobre.

Portes.

Aisladores.

Montaje.

Dos dinamos de a 100cv.

Artefactos de la central, incluso pararrayos y alumbrado.

Teléfono con su aparato correspondiente en el pueblo y la línea necesaria.] Estos fueron los argumentos esgrimidos por la empresa para conseguir vender su producto al Ayuntamiento, en el momento que estaban buscando la solución más beneficiosa para los intereses de la población.

La comisión estuvo analizando las diferentes ofertas recibidas, como la de Brunet que su artefacto desarrollaba 35 cv de potencia en épocas de estiaje normal. Considerando que aceptar la oferta enviada por Hijos de Romualdo García, sería añadir una empresa más a las tres ya existentes en la localidad, se trataría de una competencia en inferioridad de condiciones. Por ese y otros motivos de índole económico, precisaron que la compra del salto no era conveniente. De los estudios recibidos, tampoco estaban de acuerdo con el enviado por Brunet, por no reunir las condiciones que requería el alumbrado de Eibar y por ser su costo anual, superior al que se pagaba por el arriendo.

Vista general de la antigua plaza del mercado en la calle Zuloagas, cerca de lo que hoy es la calle Julián Etxeberria en el año 1910. Kutxateka. Fondo Marín. Autor: Indalecio Ojanguren.

Sin embargo no todo estaba definitivamente cerrado, puesto que un año más tarde, nos encontramos con diez ofertas de saltos de agua para el Ayuntamiento eibarrés, a los que necesariamente se sintieron obligados a dar una respuesta:

“- Brunet y Cía., ofrecía su salto del río Deba por.- 65.000 pesetas

- D.F. Aguirregomezcorta su salto del río Deba por.- 70.000 “

- Señores Gárate y Anitua y Cía., por su salto en la regata de Saturio incluyendo el transporte de la energía producida por.- 225.000 pesetas

- D. Agustín Arbillaga poseedor de un salto en el río Deba, donde se incluía el transporte de la energía producida.- 247.000 pesetas

- D. Eugenio Ibargallarta por construir un salto en el río Ego.- 72.000 “

- El mismo Eugenio consideraba conveniente realizar una central de tipo mixto, salto de agua y una central de vapor, por un importe total de.- 83.250 pesetas

- D. Teodoro Alcorta propone la ejecución de una central en la regata de “Astiola” por un importe total de.- 175.000 pesetas

- D. Filomeno Arzallus propone la ejecución de una central recogiendo el agua de varias regatas del límite de Vizcaya por.- 120.000 pesetas

- El mismo Filomeno ofrecía los derechos de concesión por.- 40.000 “

- D. José Unamunzaga se comprometía a ejecutar obras para consecución de energía de las regatas; “Osuma, Leciaga y Oriturri” por.- 175.000 pesetas

- D. Higinio Larrañaga construir todo lo necesario para obtener energía con el agua de las regatas; “Inchusadi y Sagar erreka y otros afluentes por.- 175.686 pesetas

- D. Cándido Alberdi construiría sus artefactos con las aguas de las regatas; “Gaztandiola, Ibarrola y Goimendi” por.- 205.000 pesetas

- El mismo Cándido por los derechos de sus concesiones.- 45.000 “

La comisión considerando la especial situación de la central en Malzaga y siendo el más ventajoso económicamente y suficiente para las necesidades por sus 45,50 cv., en estiaje, optaron por otorgar su beneplácito al proyecto presentado por los “Señores Brunet y Cía.”428 [428 Archivo Municipal de Eibar, carpeta C, Negociado 7 – serie 4.] Con el resumen de los ingenios hidráulicos construidos para ofrecer una energía desde este tipo de minicentrales eléctricas, finaliza el repaso a los Ingenios Hidráulicos que funcio-naron en la Villa Armera de Eibar.

Acequia. Zanja por donde discurre el agua desde la presa hasta el deposito de agua del molino.

Diccionario de términos

Alabe. Paleta de curva usada en los rodeznos y las turbinas.

Alero. Oficio de transportar el mineral por el río en embarcaciones sin quilla denominadas “ala”.

Antepara. Depósito de agua para el consumo del molino.

Azumbre. Medida de capacidad de 2,016 litros.

Barquin. Soplante para inyectar aire al horno, fuelles de cuero y madera.

Boga. Collar que se inserta en la cabeza que sujeta el mango del mazo de una ferrería.

Cabrio. Una especie de grúa de madera que se instala al pie de las piedras del molino con el fin de levantar la volandera y permitir su volteo para poder trabajar sobre los rayones de ambas piedras, incluso cuando era necesario cambiarlas.

Calce. Canal de agua por donde discurre el agua desviada desde la presa para llegar al depósito del molino.

Carga. Unidad de medida de la leña o del carbón.

Cavito. Trozo de cerilla de vela que se encendía para utilizarla en las subastas.

Cello. Aro de hierro que se colocaba por el exterior de las piedras del molino y abra-zadera para sujetar piezas de la ferrería.

Cepo. Rama del árbol que se utilizaba para hacer carbón.

Clavazón. Una especie de clavos cuadrados que terminados en punta aseguraban las piezas de madera.

Colomadura. La parte superior de una presa de madera.

Cuadradillo. Producto semielaborado de hierro en forma de barras cuadradas que se fabricaban en las ferrerías menores.

Curador. Persona nombrada para cuidar los bienes de un menor o del que es incapaz de gobernarlos.

Chervia. Mineral de hierro desmenuzado en pequeños fragmentos, también denominado “txirta”.

Chimbo. Tapón de madera que cierra el paso del agua y que se abre por medio de un tirador que se acciona desde el interior de la ferrería.

Dendal. Se trata de un elemento de ferrería, piedra lisa que se coloca debajo del mango del mazo, para que en caso necesario sirva de tope para las cuñas. También sirve para provocar el efecto rebote y aumentar la fuerza del impacto del mazo.

Espada. Pieza de hierro que se inserta en la parte superior del árbol o eje de madera del molino, en cuyo ápice se sujeta la piedra volandera.

Estado. Medida equivalente a 7 pies o 1,96 metros.

Estolda. Canal bajo de la antepara en el que se colocan los rodetes. Recoge el agua despedida por los rodetes y la dirige de nuevo al río.

Ferreriales. Canon que se pagaba por perjudicar el normal funcionamiento de la ferrería.

Frontal. Pieza de madera que corresponde al entramado del tejado.

Gallur. Pieza de madera que se coloca en el vértice superior del tejado.

Garganta. Pieza de madera o hierro en forma de embudo que empotrada en el muro del depósito conduce el agua hacia el rodete.

Goiara. Pieza de madera que pertenece al entramado de madera del tejado del molino.

Guzuraska. Canal de madera de sección adaptada a la planta del hueco del chimbo, usualmente cuadrado que dirige el agua del salto hasta la ondasca.

Jaro. Un pedazo de monte.

Maquilero. Molino que trabajaba por maquila, porción de harina que correspondía al molinero por cada molienda, que generalmente era un 10%.

Martinete. Ferrería menor, lugar de trabajo donde se trabajaban los tochos elaborados en la ferrería mayor, para fabricar barras, azadas, palas y demás artículos de hierro.

Musaera. Pieza de hierro en forma de puente que va colocada en el ojo de la piedra volandera, que tiene como misión insertarse en el eje para recibir su rotación.

Ondasca. Muro de sillería situado en la estolda de la antepara de la ferrería, donde se sitúan las ruedas, las de los barquines y la del mazo, de ese modo se facilita el contacto entre el agua que cae por la guzuraska y las palas de las ruedas.

Pájaro. (txorie) Cojinete macho de bronce que se inserta en la parte inferior del eje y que gira sobre la hembra (opilla).

Peso de cruz. Balanza con cadenas y asientos de madera en los extremos, donde se depositaban, en uno las pesas y en el otro el material a pesar.

Planchuela. Chapa de hierro laminada.

Pudelaje. Convertir en acero o hierro dulce el hierro colado quemando parte de su carbono.

Pujon. Pieza de hierro que consta de dos secciones, una redonda y la otra cuadrada que se utiliza para insertar los extremos de los husos de una ferrería.

Puntero. Mirar pájaro.

Quicios. Bronces macho y hembra (a modo de cojinetes) que van colocados en la parte inferior del eje y en la superior de la mesa, para que el eje pueda girar.

Quintal. Medida de peso para el hierro que equivale a unas 150 libras o 73,80 kgs.

Repompa. Se produce cuando el agua del río invade la cárcaba del molino impidiendo el giro del rodete.

Rodezno. Rueda hidráulica provista de una serie de alabes descubiertos, sobre los que incide directamente el chorro de agua procedente del sifón.

Sasor. Tirante del entramado de madera del tejado.

Solivo. Pieza de madera que corresponde al entramado del tejado.

Soparda. Pieza de madera que corresponde al entramado del tejado.

Sutil. Tipo de hierro delgado.

Tirador. Oficial ferrón que se encargaba de estirar las piezas de hierro.

Tobero. Oficial en el trabajo de fabricar toberas para la ferrería, pudiendo ser de hierro o bronce y que se utilizaba para introducir aire al horno.

Toreton. Compuerta con sistema de guillotina para apertura , cierre y graduación de la salida del agua por el sifón hasta el rodete.

Urtucon. Abrazadera que se instala alrededor de un elemento para evitar que se abra o agriete.

Vena. Mineral de hierro.

Volandera. La piedra del molino que se coloca sobre la fija.

Bibliografía utilizada

*AGUIRRE SORONDO, Antxon. Tratado de Molinología (los molinos de Gipuzkoa). José Miguel Barandiaran Fundazioa. 1983.

*AGUIRRE SORONDO, Antxon. Las Ermitas de Eibar. Ego Ibarra Ayuntamiento de Eibar 1996.

*ARANZADI, Telesforo. Diccionario de Legislación 8894-10378, Biblioteca Nacional Madrid.

*BEASAINGO PAPERAK. Errotk eta Energia Berriztagarriak Euskal Herrian, Beasaingo Udalaren Aldizkaria 10, Urriako 2002.

*CUADERNOS DO SEMINARIO DE SARGADELOS 75. Iª Jornadas nacionales sobre molinología. Fundación Juanelo Turriano, Seminario de Sargadelos, Museo do Pobo Galego, 1997.

*DIAZ GARCIA, Miguel Sabino. La Molinería Tradicional en las Encartaciones, Museo de las Encartaciones, 1998.

*DIEZ DE SALAZAR FERNANDEZ, Luis Miguel. Ferrerías guipuzacoanas. Aspectos Socioeconómicos, laborales y fiscales. (siglos XIV-XVI). Kutxa Fundazioa. 1997.

*ECENARRO OSORO, Luís María. De las Ferrerías a la máquina herramienta.

Maestros rejeros, relojeros, armeros. KUTXA Fundazioa, 1996.

*ELGOIBARKO UDALA. Villa Mayor de Marquina. Elgoibar 1346-1946.

*ELORZA MAIZTEGUI, Javier. Eibar: Orígenes y Evolución, siglo XIV al XVI. Ego Ibarra 2000.

*FERNANDEZ DE PINEDO, Emiliano. Crecimiento Económico y Transformaciones Sociales del País Vasco 1100-1850, Siglo XXI de España Editores, S. A. Madrid-33.

*GONZALEZ TASCON, Ignacio. Fabricas hidráulicas Españolas. Biblioteca CE-HOPU, 1992.

*GONZALEZ TASCON, Ignacio. VELAZQUEZ, Isabel. Ingeniería Romana en Hispania, Historias y Técnicas Constructivas. Fundación Juanelo Turriano, 2004.

*GOROSABEL, Pablo. Noticias de las cosas memorables de Guipúzcoa. Blibioteca de la Gran Enciclopedia Vasca, Bilbao 1967.

*II JORNADAS DE MOLINOLOGIA. Actas de Tarrasa (Barcelona) Institut D´Estudis Ilerdencs, Fundación Juanelo Turriano, Museo de la Ciencia y de la técnica de Catalunya, 1998.

*LARRAÑAGA, Ramiro. Síntesis de la Armería Vasca. Caja de Ahorros Provincial de Guipúzcoa, 1981.

*LIZARRALDE ELBERDIN, Koldo. Los Trabajos y los Siglos, Nuestra Historia a Través de los documentos, Ayuntamiento de Elgoibar, 1995.

*LIZARRALDE ELBERDIN, Koldo. Elgoibar y sus Molinos, Ayuntamiento de Elgoibar, 2001.

*LIZARRALDE ELBERDIN, Koldo. Uraren Indarra, Ayuntamiento de Elgoibar 2006.

*LOPEZ COLON, María del Mar. URTEAGA, María Mercedes. Agorregiko bue-dinola eta Errotak Zaharberritze baten historia. Tomoak I eta II, Gipuzkoako Foru Aldundia 2002.

*MADOZ, Pascual. Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España, Pascual Madoz 1848.

*MUGICA, Serapio. Geografía del País Vasco-Navarro.

*PSEUDO, Juanelo Turriano. Los Veintiún Libros de los Ingenios y de las Máquinas II, Colegio de Ingenieros de Caminos y Puertos, Ediciones Turner, 1983.

*URDANGARIN, Carmelo. IZAGA, José Mari. LIZARRALDE, Koldo. Antzi-nako Lanbideak. Gipuzkoako Bazkundea, 1994.

Archivos y bibliotecas consultados

ARCHIVO HISTORICO NACIONAL DE MADRID.

ARCHIVO HISTORICO PROTOCOLOS GIPUZKOANOS DE OÑATE.

ARCHIVO MUNICIPAL DE BERGARA.

ARCHIVO MUNICIPAL DE EIBAR.

ARCHIVO MUNICIPAL DE ELGOIBAR.

ARCHIVO PARROQUIAL DE ELGOIBAR.

ARCHIVO DE LA REAL CHANCILLERIA DE VALLADOLID.

BIBLIOTECA MUNICIPAL DE ELGOIBAR.

BLIBIOTECA NACIONAL DE MADRID.

Abreviaturas

AHPG-GPAH = Gipuzkoako Protokoloen Artxibo Historikoa- Archivo Histórico de Protocolos de Gipuzkoa 

BUA-AMB= Bergarako Udal Artxiboa-Archivo Municipal de Bergara 

EUA-AME= Eibarko Udal Artxiboa-Archivo Municipal de Eibar 

APE-EPA= Elgoibarko Parrokiaren Artxiboa-Archivo Parroquial de Elgoibar

Dedicatoria y agradecimientos

Dedicatoria

Este libro va dedicado a nuestra cuadrilla, la de mi mujer Mila y la mía, a ellos que siempre los encuentras en las penas y en las alegrías, cuando celebramos nuestras reuniones bimensuales y en las pequeñas vacaciones en las que nos solemos juntar.

Siempre dándonos aliento para seguir con nuestras aficiones, por todas esas pequeñas cosas, siempre os llevaré en mi corazón.

Fausto-Kontxi

Jesús-Karmina

Jesús-Ludi

Serapio-Txaro

Valentina

Agradecimientos

En este apartado de agradecimientos desearía que nadie se sintiera ofendido por no nombrarle en este trabajo, por lo tanto, quiero agradecer de manera muy particular a todos aquellos que de una manera u otra han colaborado para que este libro vea la luz. En primer lugar no puedo olvidarme de la amabilidad que desde un principio me ha ofrecido la Comisión Ego Ibarra, ante la posibilidad de publicar este trabajo sobre los Ingenios Hidráulicos de Eibar. Otro tanto me ha ocurrido con Yolanda Ruiz, es de agradecer las facilidades que me ha ofrecido para investigar en el Archivo Municipal de Eibar, estando siempre atenta a mis peticiones. También merecen ser nombrados en este apartado los archiveros de Protocolos de Oñate, Kontxi y Ramón, por su amabilidad y profesionalidad. Por sus indicaciones, a Antxon Aguirre. Al que en ocasiones ha llegado a acompañarme en mis investigaciones de archivo, Jesús Aduriz. No puedo, ni debo olvidarme de Javier Elorza, persona muy importante en el desarrollo de este libro ya que desinteresadamente ha participado en la corrección e indicación de nombres de personas, lugares y edificios. Tampoco debo olvidarme, de una persona muy especial y que ha colaborado con sus dibujos, Julen Zabaleta.

¡ESKERRIKASKO DENORI!

-------

ESTE LIBRO HA SIDO PUBLICADO EN INTERNET EN ABRIL DE 2012