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Ego Ibarra 2015: El proceso de edición de la obra "Mis Memorias. La guerra civil española: 20 meses prisionero" de Santiago Arizmendiarrieta se halla en su fase final.

11/11/2015
El libro está prologado por el historiador Javier Rodrigo y contiene sendos artículos del escritor Antxon Narbaiza y la documentalista Ane Izarra.

La 2ª página de una carta enviada por Santiago Arizmendiarrieta a Toribio Etxebarria (18.7.1965)

El prólogo inicial del libro redactado por Javier Rodrigo y titulado “Las capas de la memoria” comienza con la siguiente reflexión: “La de Santiago Arizmendiarrieta que aquí se prologa es, tanto o más que su historia personal, la historia de su memoria. Es decir: es el relato de sus experiencias, vistas, filtradas y reescritas a través de su identidad, su memoria y sus olvidos. Y como todo libro de memorias, tiene sus brillos y sus zonas umbrías, sus primeros planos, sus planos americanos, sus panorámicas de conjunto (que suelen difuminar a los sujetos), sus zonas desenfocadas y, por supuesto, todo lo que queda fuera de plano. Puede sonar a obviedad, pero un libro de memorias no es sino el resultado de un pasado revisitado a través de filtros cambiantes en el tiempo. Es, pues, menos el relato de lo que pasó, y más el resultado del tiempo en el que se escribe, y del tiempo pasado entre un momento y otro, que determina recuerdos, olvidos, reelaboraciones. Y no sobre un pasado cualquiera. Los pasados de guerra, violencia y represión suelen reconstruirse, por sus propias naturalezas, desde perspectivas más valorativas que analíticas. La narración resultante suele ser así una mirada al pasado, sobre el que se han depositado, desde el mismo momento en que tuvo lugar, los barnices de la identidad, el recuerdo, el olvido.”

Antxon Narbaiza, después de analizar el texto y la correspondencia mantenida por Santiago Arizmendiarrieta colige, en un apartado de su artículo denominado “Coexistencia lingüística: La importancia del sustrato”, que: “Resulta sumamente paradójico el hecho de que, a pesar de la abrumadora presencia del castellano como lengua de cultura, en las administraciones, en la enseñanza, etc., ciudadanos como Santiago Arizmendiarrieta muestren tantas evidencias del sustrato lingüístico que portaban en su base idiomática. No olvidemos además el perfil urbano de una ciudad como Eibar, estructurada básicamente alrededor de la industria, con una población cuya ocupación laboral se desarrollaba mayoritariamente en torno a la armería, y que mantenía relaciones comerciales importantes dentro de España e incluso con el extranjero ya desde un siglo antes. Añadamos a todo ello una escuela pública que, según todos los testimonios, posibilitaba el aprendizaje del castellano; por todo ello sorprende en cierto modo la prosa castellana de Santiago. (…) Arizmendiarrieta, partiendo del hogar, y como otros jóvenes de su edad, jugaba en euskera en la calle, le reprendían o premiaban en euskera, hablaba vascuence en el taller, en la Casa del Pueblo, en el frontón, en la taberna. Su sustrato lingüístico, en el que desarrollaba sus tareas lúdico-afectivas y laborales, seguía siendo totalmente euskaldun.

Poco importará, por lo que se trasluce de su prosa, que sus abundantes lecturas, asistencia a conferencias y probablemente muchas de sus disquisiciones filosófico-políticas se desarrollaran en la lengua dominante; no obstante, el armazón de su pensamiento, su hilo narrativo era el de una persona que pensaba en euskera y, a partir de ella, traducía instintivamente al castellano.”

Por último, la documentalista Ane Izarra hace un somero análisis del Fondo: “La herencia documental Santiago Arizmendiarrieta Mandiola se compone de documentación diversa, compuesta, sobre todo, por libros, artículos, versos y abundante correspondencia. Consta, concretamente, de 263 cartas (47 de ellas escritas en esperanto), de las que la mayoría fueron compartidas entre Santiago y su amigo Toribio Etxebarria, dirigidas desde Eibar a Brighton (1958), Londres (1958-1960) y Caracas (1951-1968).

A lo largo de las pequeñas cuartillas mecanografiadas, que intercambiaron a lo largo de 17 años, desde el 16 de mayo de 1951 hasta el 18 de abril de 1968 (fecha en la que falleció Toribio), se recoge, con minuciosidad, información sobre la vida cotidiana del Eibar de aquel momento, mencionando los cambios que se estaban produciendo en la ciudad, sucesos ocurridos a distintos habitantes de la villa armera, citando todo tipo de comercios, bares e industrias de la localidad.

Los acontecimientos políticos del momento ocupan parte importante en sus textos, expresando sus opiniones sobre tendencias políticas como el marxismo-leninismo, sobre la situación de los exiliados, sobre los personajes de relevancia como Eisenhower, Kruschev, Hitler, Franco, Mussolini, Fidel Castro, etc.

Ambos compartían los mismos intereses, por lo que intercambiaban sus lecturas, la música que escuchaban, las películas que veían, artículos, boletines y todo tipo de escritos.”

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